lunes, 31 de agosto de 2009

¿Qué es una Constitución?

Una Constitución es un documento legal de rango fundamental por el que se rige la vida política de un país. Generalmente, consta de dos partes. Una de ellas se denomina la parte dogmática, y es donde están los derechos y libertades que se reconocen y garantizan. Son los dogmas o postulados. La segunda parte es la orgánica, es decir, donde se nombran y definen los órganos o poderes y sus relaciones entre sí.
La Constitución es un documento rígido en lo relativo a las reformas, ya que se necesitan muchos requisitos para cambiar cualquier de sus puntos.
La Constitución tiene la primacía sobre todas las leyes de un país, y toda disposición se deriva, en última instancia de la misma, y no puede entrar en contradicción.

domingo, 30 de agosto de 2009

El antiliberalismo del fascismo

En la línea de ir aportando textos históricos nos acercamos, esta ocasión a un texto de Mussolini donde se critica al liberalismo. Es interesante destacar el concepto de fuerza en relación con el Estado y con la fuerza. Mussolini considera que hay que usar la fuerza para combatir a los insatisfechos con las medidas o decisiones que se pueden plantear si no se quiere correr el riesgo de que se ataque la fortaleza del Estado. Cuando un grupo o partido conquista el poder debe fortificarse y defenderse contra todos. Existe, pues, una fuerte crítica al liberalismo o al Estado Liberal al considerarlo débil, obviando el concepto de "uso legítimo de la fuerza", dentro del imperio de la ley, propio del liberalismo y de la democracia. También, deberíamos resaltar que, para Mussolini, los hombres estarían cansados de la libertad, convertida en un dogma a combatir. Apela a la juventud, uno de los mitos de la ideología fascista, que buscaría otras palabras o ideas.
El texto forma parte de un artículo titulado "Poder y consenso", y publicado en marzo de 1923:
“Ruego a los señores liberales que me digan si ha habido en la Historia un gobierno fundamentado en la voluntad exclusiva del pueblo y que haya renunciado al empleo de la fuerza. No ha habido nunca un gobierno semejante, ni lo habrá. La opinión es cambiante como las arenas en la playa. No puede existir siempre y no puede ser total. Nunca ha habido un gobierno que haya hecho feliz a todos sus gobernados. Sea cual fuere la solución que se dé a un problema, quedará siempre un grupo de insatisfechos, aunque se estuviera en posición de la verdad divina. Así como en geometría no se ha conseguido la cuadratura del círculo, en política se está asimismo muy lejos de ello. Si viene a ser así insoslayable que cada medida del gobierno crece insatisfacción, ¿como impedir que la insatisfacción se extienda y llegue a ser un peligro para la fortaleza del Estado? Eso se conseguirá con el poder. Con la utilización de este poder, con su inexorable utilización cuando sea necesario. Quitadle a un Estado el poder -es decir, el poder físico y armado- y dejadle únicamente dotado de sus inmortales principios; no cabe la menor duda de que dicho gobierno será víctima del primer grupo organízado que esté decidido a hundirle. El fascismo ha arrojado al rincón de las cosas inservibles esta teoría montada contra la vida. Cuando un grupo o un partido está en el poder, se ve obligado a fortificarse allá y defenderse contra todos. La verdad que salta ante los ojos de cuantos no estén ciegos por la venda del dogmatismo, es que el hombre está cansado acaso de la libertad. La libertad no es hoy aquella virgen virtuosa y prudente por la que lucharon y murieron en la primera mitad del pasado siglo. Para la juventud inquieta, intrépida y ruda que aparece en los albores de esta nueva hora histórica, hay otras palabras que poseen una mayor fascinación y disciplina. Este pobre liberalismo italiano que lucha y aspira a una mayor libertad, está tremendamente retrasado. Está alejado de toda la comprensión y escapa a cualquier oportunidad. Se habla de las simientes para las que llegará la primavera. ¡Qué ocurrencia tan chistosa! Algunas semillas mueren bajo la capa invernal. El fascismo, que no tuvo temor alguno en calificarse de reaccionario, cuando muchos de los actualmente liberales estaban atemorizados por el engendro victorioso (el socialismo), no teme de ninguna manera calificarse hoy de aliberal o antiliberal. El fascismo no está dispuesto a ser víctima de ciertos trucos habituales.”
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Este texto ha sido sacado del siguiente enlace:
http://www.claseshistoria.com/fascismos/%2Bmussoliniantiliberal.htm

El Estado liberal y Franco

"El Estado español no es un Estado liberal, y no es un Estado liberal porque no deja en libertad a los poderosos para explotar a los débiles"

(En un discurso de Franco a una representación de labradores en el año 1946)

Es interesante la percepción que del liberalismo tenía Franco y que es sintomática de su forma de pensar. Partiendo de una concepción, aparentemente, muy progresista, como es una crítica al liberalismo económico como una forma de explotación del débil, defiende su concepción del Estado como aquel donde no se da la explotación del trabajador, como si lo que se hubiera construido fuera un Estado en beneficio de los pobres, labradores u obreros (productores, en la terminología franquista). En estas ideas hay una evidente contribución ideológica fascista al pretender presentar al Estado como el garante del fin de la lucha de clases, de los conflictos laborales y de implantación de la paz social a través del sindicalismo vertical.

sábado, 29 de agosto de 2009

El liberalismo

El liberalismo es una corriente de pensamiento político y económico caracterizada por la defensa de la libertad individual dentro de unas estructuras políticas -el Estado- lo más neutrales posibles. Se defiende una postura tolerante de la vida y que se plasmaron en las Constituciones, después de haber derribado al Antiguo Régimen, en el período conocido como el de las revoluciones liberal-burguesas, desde el último cuarto del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX. Nace de la conjunción de los principios ilustrados con los del derecho natural con fuerte influencia cristiana.
Pero el liberalismo triunfante en partidos políticos por todo Occidente fue víctima, precisamente, de ese éxito. Los partidos liberales se enfrentaban a los conservadores y luego a los socialistas, pero hoy casi no hay partidos que se denominen así: el partido bisagra alemán, o en Japón, pero poco más.
Hemos definido al liberalismo como una filosofía política basada en la salvaguardia de la libertad individual, que se convierte en la justificación última de la sociedad política, del Estado. La libertad individual no podía depender de la decisión del rey, como si fuera un privilegio que se otorga o se deroga. Así pues, el titular último del poder sería la nación, es decir, la soberanía sería nacional. Implica la limitación de las facultades de los monarcas, mediante las Constituciones. En esas Constituciones se dan dos grandes apartados:
1. Las declaraciones de derechos, con sus respectivas garantías.
2. La división de los poderes que no pueden concentrarse: legislativo, ejecutivo y judicial.
Los nuevos ciudadanos (antes súbditos de los reyes) no forman parte de un conjunto homogéneo sino que terminan agrupándose en partidos, cuyos principales componentes acceden al legislativo tras unas elecciones. Los partidos en la Europa continental tenían como referente los clubs de la Revolución Francesa, mientras que en Inglaterra había una sólida tradición desde el siglo XVIII con tories y whigs.
Las elecciones se organizan en torno al derecho al voto, y el derecho a ser elegido. El liberalismo más conservador o doctrinario postula el sufragio censitario. Sólo podrán votar y ser elegidos los ciudadanos con un determinado nivel de renta y/o cultura, dependiendo estos niveles del momento histórico. Se considera que sólo estos ciudadanos tienen tiempo y conocimientos para elaborar leyes y dedicarse a la política. La propiedad, símbolo del éxito social, permitiría tener el respaldo para poder dedicarse a gobernar y a elaborar leyes. El liberalismo democrático postulará el sufragio universal, al considerar que los asuntos públicos son de todos y para todos.
Otro de los aspectos importantes del liberalismo es el relativo a la organización del poder territorial. En aras de impedir la concentración de poder, se pretende la autonomía de provincias y de ayuntamientos. En el seno del liberalismo español se vivió, a lo largo de el siglo XIX, un intenso debate en torno a las leyes de ayuntamientos, entre el liberalismo moderado y el progresista. El primero pretendía un mayor control de los ayuntamientos y de sus componentes, por parte del poder central, frente a una mayor autonomía en los mismos, defendida por los progresistas.
Esta cuestión de los ayuntamientos en el período liberal tiene su importancia porque se establecen dos modelos con repercusiones posteriores.
Desde el inicio del liberalismo español, con la Constitución de 1812, comienza un intenso debate y una serie de reformas para definir los nuevos ayuntamientos, frente al modelo de concejo del Antiguo Régimen. Se van a dar sucesivas leyes de ayuntamientos. Los progresistas y los moderados van a plantear en sus programas dos modelos para el régimen local. Los puntos de especial debate y discordia son los siguientes puntos:
1. La figura del alcalde.
2. El control de la autoridad municipal por parte del gobierno central.
3. El tipo de sufragio en las elecciones municipales.
La figura del alcalde creó no pocas tensiones. Para los moderados el alcalde es un representante del gobierno en el ayuntamiento y, por tanto, su designación debía ser realizada por la autoridad central. En cambio, para los progresistas, el alcalde, aunque dotado de un gran poder, debe surgir del resultado de las elecciones municipales. Además, el cuerpo electoral, para los progresistas debían aumentarse, aunque sin llegar al sufragio universal. Los moderados pretendían que los cargos electos fuesen a través de un sufragio censitario muy restringido. Estos son los puntos básicos pero luego, en la intensa vida legislativa del siglo XIX en relación con esta cuestión, habrá no pocos matices.

Ideologías

Este blog pretende divulgar las principiales ideologías de la historia contemporánea, contribuir a su conocimiento, y al debate sobre las mismas. Se trata, pues, de un cuaderno de Historia, y está abierto a todo el mundo.