El último teórico del absolutismo es Hobbes pero sus ideas estaban muy alejadas a la apelación al derecho divino o a la tradición. Hobbes, en su famosa obra, Leviatán (1651), parte de una concepción muy pesimista del ser humano. En el estado de naturaleza el hombre es egoísta, un hombre lobo para sus semejantes. Para evitar que los hombres se destrocen establecen un pacto entre sí para poder vivir en paz. Ese pacto da como resultado un estado fuerte que se impone. El soberano sería el único depositario del poder. Es muy interesante confrontar esta teoría con la de Locke. Los dos parten del estado de naturaleza, pero el segundo considera que en dicho estado los hombres tienen derechos naturales, y para conservarlos o garantizarlos establecen el Estado, el poder, dedicado a garantizarlos. Este es el inicio del futuro Estado liberal.
Pero la teoría de Hobbes tendrá sus repercusiones en el futuro en contextos históricos distintos. Tenemos que tener en cuenta que futuras dictaduras de nuestra Historia Contemporánea hunden algunos de sus principios y justificaciones en una reinterpretación de las ideas de Hobbes. Pensemos que muchos dictadores justifican su acceso al poder y su conservación en la idea del supuesto caos en que se encontrarían sus sociedades. La dictadura salvaría, según esta concepción, a esas sociedades de perecer. Habría, pues, que obedecer, o sufrir las consecuencias.
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