En un anterior artículo comenzamos el estudio del federalismo en España. Aquí presento la segunda entrega de este breve trabajo.
El federalismo adquirió un gran protagonismo en la Revolución de 1868 que derribó a Isabel II. Los defensores de estas ideas se agruparon en torno al Partido Republicano Democrático Federal, frente a la otra corriente del Partido Demócrata que aceptó el principio monárquico de la Constitución de 1869. La implantación del nuevo partido fue desigual en cada región o provincia. El programa de los federalistas era heterogéneo y unía la defensa de grandes reformas sociales y agrarias, y se acercaba al socialismo. Tenemos que tener en cuenta que el federalismo recogía ideas reformistas de las clases medias, con un acusado laicismo y anticlericalismo y que no se sentían identificadas con el sistema político liberal moderado o conservador isabelino. Pero, desde la Revolución se habían incorporado ideas obreristas, más a la izquierda, en la línea del cooperativismo. Conjugar ideas de esas clases con las que podían defender los obreros era harto complejo, e impedía presentar un programa político común claro. Esta heterogeneidad provocó no pocas disputas internas, además de por las tácticas políticas a emplear. Otro de los grandes problemas era alcanzar una dirección común. En contraposición, este interclasismo hizo aumentar su protagonismo y sus bases en la sociedad española. El resultado fue su éxito electoral.
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