El socialismo europeo tenía muy claro al comenzar el siglo XX que el proletariado debía rechazar la guerra entre las naciones porque el conflicto bélico era ajeno a sus intereses. El ambiente de tensión en el mundo fue creciendo a medida que avanzaban los primeros años del siglo, y eso provocó que la guerra pasase a ser tema prioritario de discusión en los Congresos de la II Internacional. En el celebrado en Stuttgart en el año 1907 se aprobó una resolución en este sentido:
"Las guerras entre estados capitalistas son, en general, las consecuencias de su concurrencia en el mercado mundial (...). Pertenecen, pues, las guerras a la esencia del capitalismo y no cesarán más que por la supresión del sistema capitalista.
Si una guerra amenaza estallar, es un deber de la clase obrera de los países afectados (...) el hacer todos los esfuerzos para impedirla por todos los medios que les parezcan los más apropiados y que varían naturalmente según el estado de la lucha de las clases y la situación política general."
Esta resolución permite comprobar que los socialistas no se quedaban en el análisis teórico del conflicto bélico sino que proponían medidas y propuestas de actuación. La parte más a la izquierda, representada por Lenin y por Rosa Luxemburgo, presentará una enmienda que es aprobada, y que establece la alternativa revolucionaria. La guerra habría que pararla por cualquier medio, y aprovechar el conflicto para agitar al pueblo y precipitar la caída del capitalismo.
En el Congreso de Copenhague del año 1910 se propone la huelga general obrera en caso de estallido de la guerra. Esta huelga debía ser determinante en los sectores industriales vinculados con el esfuerzo bélico. No se terminó de aprobar.
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