Tomás Moro, Utopía, Barcelona, Planeta, 1984 (Clásicos Universales Planeta).
Tommaso Campanella, La política, Madrid, Alianza, 1991 (libro de bolsillo).
F. Bacon, Nueva Atlántida, Madrid, Mondadori, 1988.
Ángel Cappelleti, El pensamiento utópico. Siglos XVIII-XIX, Madrid, Ediciones Tuero, 1990
Joseph Déjacque, El Humanisferio. Utopía anárquica, Madrid, Ed. Tuero, 1990
Luis Gómez Tovar el alli, Utopías libertarias, Tres Tomos: I Utopías Libertarias Americanas, II Utopías libertarias españolas. Siglos XIX-XX, y III Utopías libertarias. Esbozo de Historia de las Utopías de Max Nettau, Madrid, Ed. Tuero y Fundación Salvador Seguí, 1991.
George Orwell, 1984, Galaxia Gutenberg, 1998.
B.F. Skinner, Walden dos, Barcelona, Orbis, 1985.
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domingo, 22 de agosto de 2010
sábado, 21 de agosto de 2010
Utopías
En la historia de la ciencia política las utopías han tenido una gran importancia como ejercicios intelectuales que los pensadores han realizado con el fin de presentar un programa o proyecto político para el futuro como alternativa a un presente que consideraban nocivo o lleno de problemas e injusticias. También, se han creado utopías negativas que anunciaban un mundo controlado por poderes que se escapaban a la voluntad de los hombres. ¿Qué importancia tienen las utopías, pues, en el pensamiento político?, ¿qué influencia ejercen o han ejercido en la historia?, ¿por qué han generado tanta fascinación al hombre y, por contra, las negativas parecen tan reales?
Por utopía se conoce un conjunto de ideas y valores que, aunque aceptando su carácter dificilmente realizable, se exponen y explican como un programa o proyecto político a realizar. El término, como todo el mundo sabe, nace del famoso libro de Tomás Moro al imaginar su isla feliz sin conflictos. Después nacería todo un género: Campanella con La Ciudad del Sol, Bacon y su Nueva Atlántida, los socialistas utópicos (Fourier, Cabet, Saint Simon, Morris, etc..), los utópicos anarquistas y libertarios, etc..
Las utopías se presentan como una alternativa a lo existente, y buscan la concordia entre los hombres. Se pretende un hombre nuevo, libre de las ataduras que le impiden ser libre en este mundo, donde la violencia desaparecería, y donde no habría propiedad privada, siempre considerada como nefasta y generadora de conflictos, con división de tareas entre las intelectuales y las manuales, y donde reinaría la igualdad. Pero, aunque se pueden rastrear ideas o rasgos comunes entre todas las utopías, hay, como decíamos, al principio, utopías negativas y que prefiguran un mundo de fuerte control del hombre, frente al ideal del hombre libre sin poderes o gobiernos que le tiranizan. La utopía negativa más famosa es la de George Orwell, 1984, toda una pesadilla de totalitarismo. Pensemos, además, en el contexto en el que escribe el autor.
Por utopía se conoce un conjunto de ideas y valores que, aunque aceptando su carácter dificilmente realizable, se exponen y explican como un programa o proyecto político a realizar. El término, como todo el mundo sabe, nace del famoso libro de Tomás Moro al imaginar su isla feliz sin conflictos. Después nacería todo un género: Campanella con La Ciudad del Sol, Bacon y su Nueva Atlántida, los socialistas utópicos (Fourier, Cabet, Saint Simon, Morris, etc..), los utópicos anarquistas y libertarios, etc..
Las utopías se presentan como una alternativa a lo existente, y buscan la concordia entre los hombres. Se pretende un hombre nuevo, libre de las ataduras que le impiden ser libre en este mundo, donde la violencia desaparecería, y donde no habría propiedad privada, siempre considerada como nefasta y generadora de conflictos, con división de tareas entre las intelectuales y las manuales, y donde reinaría la igualdad. Pero, aunque se pueden rastrear ideas o rasgos comunes entre todas las utopías, hay, como decíamos, al principio, utopías negativas y que prefiguran un mundo de fuerte control del hombre, frente al ideal del hombre libre sin poderes o gobiernos que le tiranizan. La utopía negativa más famosa es la de George Orwell, 1984, toda una pesadilla de totalitarismo. Pensemos, además, en el contexto en el que escribe el autor.
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