Izquierdas y nacionalismos en la España contemporánea, de Javier Moreno Luzón (ed.).
Sinopsis:
¿Se puede ser de izquierdas y nacionalista a la vez? ¿O hay sólo una izquierda, marcada por el internacionalismo cosmopolita? ¿Cómo se ha desarrollado en España las relaciones entre las fuerzas progresistas y los diferentes nacionalismo peninsulares? Este libro responde a estas y otras cuestiones a través de un recorrido por los siglos XIX y XX que subraya la complejidad de estos vínculos.
Un recorrido que arranca del liberalismo progresista decimonónico, defensor de la patria española, y acaba con las dudas recientes de la izquierda ante el españolismo, herederas de la oposición a la dictadura de Francisco Franco.
Por su capítulos desfilan diversos discuros y prácticas, de grupos liberales y demócratas -republicanos o monárquicos- y también de los obrerismos marxistas y anarcosindicalistas. Y distintas propuestas de organización estatal, desde las fórmulas federales hasta el patriotismo constitucional basado en la idea de ciudadanía, pasando por los proyectos soberanistas centrífugos. En definitiva, una historia de conflictos indentitarios y territoriales que, lejos de haber finalizado, no deja de evolucionar.
Ver:
www.cazarabet.com/lalibreria
http://www.foroporlamemoria.info/2011/07/izquierdas-y-nacionalismos-en-la-espana-contemporanea/
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sábado, 31 de diciembre de 2011
“Izquierdas y nacionalismos en la España contemporánea”
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sábado, 24 de abril de 2010
Federalismo en España. Tercera Parte
Continuamos el estudio sobre el federalismo en España.
En pleno Sexenio Democrático el federalismo español adquirió un tono revolucionario acusado. Una de sus facetas fue el movimiento cantonal, del que hemos dado cuenta en un artículo anterior. Mientras ocurría este movimiento en la Asamblea en Madrid se estaba discutiendo un proyecto de Constitución Federal. Dicho texto constitucional organizaba al país en quince estados federales más Cuba y Puerto Rico. Dicha Constitución nunca entró en vigor, aunque merece nuestra atención.
Cuando Pavía se pronunció en 1874 los defensores más radicales del federalismo fueron perseguidos, se cerraron sedes y se llegó a deportar a muchos de sus dirigentes y seguidores. Pero el federalismo había calado mucho en muchos sectores sociales, como hemos visto en el artículo anterior, y su presencia no decayó en muchos lugares. El problema provenía, curiosamente, de dentro, de la división interna, que impidió organizarse de forma coordinada. La Restauración había conseguido mantenerlo fuera del Parlamento.
Hacia 1880 el federalismo consiguió reestructurarse y organizarse, pero siguieron las divisiones entre los más radicales y los más pragmáticos o posibilistas. Por otro lado, es el momento del surgimiento de los nacionalismos no españolistas, como el gallego y, sobre todo, el catalán.
Pi y Margall siguió siendo la gran cabeza del federalismo. De esta época es su obra más conocida, Las Nacionalidades (1876), donde defenderá un proyecto de pacto federal. Cuando falleció en 1901 el Partido se dispersó. A pesar del fracaso las ideas federalistas no decayeron, permanecieron como una forma distinta de organizar o vertebrar a España. En realidad, el autonomismo establecido en la Constitución de 1931 recoge parte de este ideario, aunque se creó un estado unitario. Salvando el tiempo y las circunstancias, pueden llegar estas ideas, en cierta medida, hasta el moderno Estado de las Autonomías. Lo que es evidente, es que fue un proyecto alternativo al del centralismo.
En pleno Sexenio Democrático el federalismo español adquirió un tono revolucionario acusado. Una de sus facetas fue el movimiento cantonal, del que hemos dado cuenta en un artículo anterior. Mientras ocurría este movimiento en la Asamblea en Madrid se estaba discutiendo un proyecto de Constitución Federal. Dicho texto constitucional organizaba al país en quince estados federales más Cuba y Puerto Rico. Dicha Constitución nunca entró en vigor, aunque merece nuestra atención.
Cuando Pavía se pronunció en 1874 los defensores más radicales del federalismo fueron perseguidos, se cerraron sedes y se llegó a deportar a muchos de sus dirigentes y seguidores. Pero el federalismo había calado mucho en muchos sectores sociales, como hemos visto en el artículo anterior, y su presencia no decayó en muchos lugares. El problema provenía, curiosamente, de dentro, de la división interna, que impidió organizarse de forma coordinada. La Restauración había conseguido mantenerlo fuera del Parlamento.
Hacia 1880 el federalismo consiguió reestructurarse y organizarse, pero siguieron las divisiones entre los más radicales y los más pragmáticos o posibilistas. Por otro lado, es el momento del surgimiento de los nacionalismos no españolistas, como el gallego y, sobre todo, el catalán.
Pi y Margall siguió siendo la gran cabeza del federalismo. De esta época es su obra más conocida, Las Nacionalidades (1876), donde defenderá un proyecto de pacto federal. Cuando falleció en 1901 el Partido se dispersó. A pesar del fracaso las ideas federalistas no decayeron, permanecieron como una forma distinta de organizar o vertebrar a España. En realidad, el autonomismo establecido en la Constitución de 1931 recoge parte de este ideario, aunque se creó un estado unitario. Salvando el tiempo y las circunstancias, pueden llegar estas ideas, en cierta medida, hasta el moderno Estado de las Autonomías. Lo que es evidente, es que fue un proyecto alternativo al del centralismo.
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martes, 8 de diciembre de 2009
Punto séptimo de Falange
7. La dignidad humana, la integridad del hombre y su libertad son valores eternos e intangibles. Pero sólo es de veras libre quien forma parte de una nación fuerte y libre. A nadie le será lícito usar su libertad contra la unión, la fortaleza y la libertad de la Patria. Una disciplina rigurosa impedirá todo intento dirigido a envenenar, a desunir a los españoles o a moverlos contra el destino de la Patria.
Se considera la libertad como un valor pero no la individual en sí, sino la que se relaciona con la nación o la patria. Nadie sería, realmente libre sino pertenece a una nación fuerte y que, a su vez, tiene que ser libre. La libertad no podría ser usada contra la unión de España, por lo que hay otra crítica a la libertad de ideas donde cabrían los nacionalismos no españolistas. La autoridad debería emplearse con fuerza contra estos nacionalismos, envenenadores de los españoles, con el único fin de destruir España.
Se considera la libertad como un valor pero no la individual en sí, sino la que se relaciona con la nación o la patria. Nadie sería, realmente libre sino pertenece a una nación fuerte y que, a su vez, tiene que ser libre. La libertad no podría ser usada contra la unión de España, por lo que hay otra crítica a la libertad de ideas donde cabrían los nacionalismos no españolistas. La autoridad debería emplearse con fuerza contra estos nacionalismos, envenenadores de los españoles, con el único fin de destruir España.
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