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miércoles, 4 de septiembre de 2013
viernes, 23 de noviembre de 2012
La Confrontación católico-laicista en Andalucía durante la crisis de entreguerras
La Confrontación católico-laicista en Andalucía durante la crisis de
entreguerras
entreguerras
ruiz sánchez, josé leonardo
Reseña |
Una de las cuestiones más controvertidas en la Historia Contemporánea son las reiteradas tensiones entre el Estado y la Iglesia dentro de un proceso, el de la modernización, que conlleva una continua secularización de la sociedad a cuyo triunfo no fueron ajenas, como de catalizadores del proceso, determinadas políticas laicistas. En esta obra se reúnen nueve trabajos que tienen como denominador común distintos aspectos que subyacen en la confrontación católico-laicista en Andalucía durante la crisis de entreguerras: el papel que, como semilleros, desempeñaron las congregaciones marianas, ya que de sus círculos de estudios surgieron quienes dieron vida las distintas organizaciones de Acción Católica; razones y desarrollo del anticlericalismo durante la Segunda República; el papel del episcopado almeriense en los momentos de controversia; las vicisitudes de los católicos sevillanos y jerezanos ante la legislación anticlerical; el papel que correspondió al carlismo y a la Falange; y la educación, que terminó por erigirse como uno de los principales campos de batalla debido al papel que la institución podía jugar en la formación de los modelos sociales. En resumidas cuentas, nueve trabajos novedosos en un campo controvertido como es el de la confrontación católico-laicista.
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martes, 7 de junio de 2011
Pere Llosas i Badia
Pere Llosas fue un político, natural de Olot (1870), que se destacó en el ámbito del tradicionalismo catalán en el cambio de siglo. Fue miembro del Círculo Tradicionalista de Olot y de las juntas carlistas de la zona. Elegido concejal en el ayuntamiento de su localidad natal, también fue diputado provincial. Desde principios del siglo XX hasta 1918 representó a su distrito en el Congreso como diputado. En los momentos finales de la Restauración se alejará, en cierta medida del carlismo. Eso le permitió ser nombrado gobernador civil de las Baleares. Repetirá en el cargo en tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, siendo, posteriormente, nombrado para la misma función en A Coruña. Al llegar la República tornará al carlismo pero no en la primera fila. Entre sus obras, podemos destacar las siguientes: Verdader concepte de la Democràcia Cristiana (1902), Concepte filosófich-social de la Tradició (1903), La Ley del “Candado” (1911), y Jaime I el Conquistador (1929). Murió en 1955 en Olot.
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lunes, 6 de junio de 2011
Carlismo y violencia en la II República
Manuel Ferrer Muñoz, "Carlismo y violencia en la II República. 1931-36: la organizaión del Requeté vasco-navarro", en Historia 16, número 194 (1992), págs. 12 y ss.
Los requetés
El historiador Jordi Canal, uno de los mayores especialistas en la historia del carlismo español, ha publicado un artículo en el número 146 de "La Aventura de la Historia" donde estudia a los requetés en la guerra civil.
martes, 20 de abril de 2010
Integrismo en España
En este blog hemos estudiado el integrismo en el mundo actual en varios artículos pero no de la corriente ideológica y partido político posterior en la historia contemporánea de nuestro país. En línea con los recientes artículos sobre el carlismo y el tradicionalismo nos faltaba el integrismo.
El ideario del integrismo tendría dos elementos básicos: la condena papal del liberalismo y la utilización de la religión como baza política. En las encíclicas "Mirari Vos" (1832) de Gregorio XVI y Pío IX en "Sylabus" (1864) se condenaba sin paliativos el liberalismo y se prohibía a los católicos aceptar la separación Iglesia-Estado, la libertad de culto, el origen humano de la autoridad (la soberanía nacional), la competencia de las autoridades civiles en materias como la enseñanza o el matrimonio y, por fin, la democracia.
El integrismo fue una corriente ideológica y un partido político en España a partir del "Manifiesto de Burgos" del año 1888. El integrismo de Cándido y Ramón Nocedal se separó de la Comunión Tradicionalista (ver el artículo correspondiente al tradicionalismo) y arrastró a parte del carlismo de este momento. Tenemos que tener en cuenta la situación histórica del momento. El carlismo acababa de ser derrotado en 1876 por tercera vez y parecía ya imposible que pudiera imponerse por las armas. Sus opciones políticas eran, por otro lado, muy escasas. Además, Alejandro Pidal había fundado en 1881 la Unión Católica que había atraido a un sector carlista hacia el apoyo a Cánovas. Así pues, Nocedal comprendió que la única forma de reclutar clientela política para el carlismo era presentarlo como la alternativa católica exclusiva.
El integrismo terminó agotándose por la división en el seno de la Iglesia Española. E movimiento se debilitó mucho cuando Nocedal murió en 1907.
El ideario del integrismo tendría dos elementos básicos: la condena papal del liberalismo y la utilización de la religión como baza política. En las encíclicas "Mirari Vos" (1832) de Gregorio XVI y Pío IX en "Sylabus" (1864) se condenaba sin paliativos el liberalismo y se prohibía a los católicos aceptar la separación Iglesia-Estado, la libertad de culto, el origen humano de la autoridad (la soberanía nacional), la competencia de las autoridades civiles en materias como la enseñanza o el matrimonio y, por fin, la democracia.
El integrismo fue una corriente ideológica y un partido político en España a partir del "Manifiesto de Burgos" del año 1888. El integrismo de Cándido y Ramón Nocedal se separó de la Comunión Tradicionalista (ver el artículo correspondiente al tradicionalismo) y arrastró a parte del carlismo de este momento. Tenemos que tener en cuenta la situación histórica del momento. El carlismo acababa de ser derrotado en 1876 por tercera vez y parecía ya imposible que pudiera imponerse por las armas. Sus opciones políticas eran, por otro lado, muy escasas. Además, Alejandro Pidal había fundado en 1881 la Unión Católica que había atraido a un sector carlista hacia el apoyo a Cánovas. Así pues, Nocedal comprendió que la única forma de reclutar clientela política para el carlismo era presentarlo como la alternativa católica exclusiva.
El integrismo terminó agotándose por la división en el seno de la Iglesia Española. E movimiento se debilitó mucho cuando Nocedal murió en 1907.
lunes, 19 de abril de 2010
Tradicionalismo
Por Tradicionalismo se entiende un conjunto de ideas sobre la sociedad y el gobierno basadas en la legitimidad monárquica, la religión católica y sus instituciones derivadas. Se opone al racionalismo y a la modernidad. Sería, pues, una ideología reaccionaria. El Tradicionalismo tiene un origen francés con un marcado carácter contrarrevolucionario, teniendo en España una fuerte presencia en el período histórico de la Revolución Liberal. En primer lugar, el tradicionalismo se vinculó a los conocidos como "serviles" en las Cortes de Cádiz y el reinado de Fernando VII, para luego encontrar su máximo desarrollo en el carlismo.
La Comunión Tradicionalista, fundada como partido tras la Revolución de 1868, puso al día los conceptos ideológicos del tradicionalismo a la nueva situación española del Sexenio Democrático. Sus líderes más importantes fueron Aparisi Guijarro, Navarro Villaoslada, el marqués de Cerralbo y Vázquez de Mella.
El tradicionalismo continuó como corriente ideológica hasta el franquismo. No podemos olvidar que muchos de los ideólogos del tradicionalismo en el siglo XX inspiraron el pensamiento de las JONS dentro del partido único.
La Comunión Tradicionalista, fundada como partido tras la Revolución de 1868, puso al día los conceptos ideológicos del tradicionalismo a la nueva situación española del Sexenio Democrático. Sus líderes más importantes fueron Aparisi Guijarro, Navarro Villaoslada, el marqués de Cerralbo y Vázquez de Mella.
El tradicionalismo continuó como corriente ideológica hasta el franquismo. No podemos olvidar que muchos de los ideólogos del tradicionalismo en el siglo XX inspiraron el pensamiento de las JONS dentro del partido único.
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domingo, 18 de abril de 2010
Carlismo y guerra civil en el reinado de Isabel II
Siguiendo con nuestro estudio al pasado histórico contemporáneo de España nos acercamos al conflicto carlista en el reinado de Isabel II, con un afán pedagógico y procurando respetar el principio de brevedad en un artículo de un blog:
Esquema
1. La cuestión sucesoria.
2. El problema del carlismo: la tradición y la cuestión foral.
3. Las dos primeras guerras carlistas.
4. Consecuencias de las guerras carlistas.
1. La cuestión sucesoria
Los últimos años del reinado de Fernando VII estuvieron llenos de tensiones políticas. La política de despotismo ilustrado del rey le enfrento a los realistas mas radicales que, ante la falta de descendencia del monarca, habían puesto sus esperanzas en el hermano de Fernando, Carlos María Isidro de Borbón, en torno al cual habían hecho partido. Pero el matrimonio del rey con María Cristina de Borbón cambió la situación. María Cristina dio en 1830 una hija, Isabel, a Fernando VII. El rey encontrándose enfermo y queriendo transmitir la Corona a su descendiente aprobó la Pragmática Sanción que anulaba la Ley Sálica, lo cual acababa con las pretensiones sucesoras de don Carlos. Esto dio lugar a dos partidos en la corte:
a) Los absolutistas se oponían a la Pragmática Sanción pues no querían dejar el trono en manos de una niña de corta edad, ni en las de su madre, de la que no se fiaban. Preferían a Don Carlos, firme tradicionalista. Este partido se denominara carlistas y eran enemigos acérrimos del liberalismo y de cualquier reforma.
b) En torno a Mª Cristina y a los derechos de su hija se fueron aglutinando los sectores reformistas de la Corte. Para ampliar sus apoyos buscaran a los liberales más moderados los cuales ven el momento de su rehabilitación. Son los isabelinos o cristinos.
Entre 1830‑33 se produce una intensa lucha entre partidarios de un bando y de otro cerca del lecho del enfermo rey. Fernando VII se apoyó en los reformistas para asegurar el trono a su hija, pero sus vacilaciones mantuvieron a la Corte en vilo hasta que en 1833 murió. Isabel, con tres años de edad, heredaba el trono. Su madre seria elegida Regente. Para afianzarse en trono frente a los carlistas que no reconocían la sucesión, se apoyó en los liberales moderados para gobernar. Comenzaba así la primera guerra civil española contemporánea.
2. El problema del carlismo: la tradición y la cuestión foral.
Como opción dinástica, el movimiento carlista apoyaba las pretensiones al trono del hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro y de sus descendientes, en contra de la línea sucesoria femenina encarnada en Isabel II. Pero más allá de la cuestión dinástica, el carlismo defendía a ultranza el mantenimiento de las viejas tradiciones del Antiguo Régimen, en abierta oposición a la modernización identificada con la Revolución Liberal.
En sus comienzos el ideario político carlista era difuso, pero con el tiempo acabó articulándose en torno a las siguientes ideas:
a) La tradición política del absolutismo monárquico.
b) La restauración del poder de la Iglesia y de un catolicismo excluyente.
c) La idealización del mundo rural frente a la sociedad urbana e industrial.
d) La defensa de las instituciones y fueros tradicionales de vascos, navarros y catalanes frente a la uniformidad política y jurídica liberal. La cuestión foral es importante para definir al movimiento carlista pero la historiografía actual relativiza un tanto su importancia, ya que ni en todos los territorios donde arraigó el carlismo existía una acentuada conciencia foral, ni esta se canalizó en exclusiva a través del carlismo.
En relación a la base social del carlismo conviene señalar que contaba con el apoyo del clero medio y bajo, que percibía el liberalismo como el gran enemigo de la religión y de la Iglesia, y una parte del campesinado, que veía amenazadas sus tradiciones y su situación económica por las reformas liberales.
En el ámbito geográfico, el carlismo arraigó en las zonas rurales de las Vascongadas, Navarra, Aragón, la Cataluña interior y el Maestrazgo.
3. Las dos primeras guerras carlistas
El movimiento carlista desencadenó tres conflictos, dos de ellos durante el reinado de Isabel II y el tercero en el Sexenio Democrático, solucionado ya con Alfonso XII.
La primera guerra carlista fue la más violenta y dramática, con casi 200.000 muertos. Los primeros levantamientos en apoyo de Carlos María Isidro, proclamado rey por sus seguidores con el nombre de Carlos V, ocurrieron al poco de morir Fernando VII, pero fueron sofocados con relativa facilidad en casi todos los lugares menos en las zonas en que hemos señalado que arraigó el carlismo.
La contienda civil tuvo su repercusión internacional, ya que las potencias absolutistas (Prusia, Rusia y Austria) y el Papado apoyaron al bando carlista frente a las naciones liberales como Francia, Inglaterra y Portugal que secundaron a la nueva reina en el Tratado de la Cuadrúple Alianza de 1834.
Ambos bandos contaban en sus filas con destacados militares, como Zumalacárregui y Cabrera en el bando carlista, y Espartero en el liberal o isabelino.
El agotamiento carlista terminó por provocar la división interna del movimiento entre dos grupos: los intransigentes, partidarios de continuar la guerra, y los moderados, encabezados por el general Maroto, partidarios, por su parte, de llegar a un acuerdo honroso con el enemigo.
Las negociaciones entre Maroto y Espartero culminaron en el Convenio de Vergara (1839), que marcó el fin de la guerra en el norte, ya que Cabrera resistió en la zona levantina casi un año más.
La segunda guerra carlista (1846-1849) no tuvo el impacto ni la violencia de la primera, pero se prolongó de forma intermitente hasta 1860. El principal escenario de este enfrentamiento estuvo localizado en el campo catalán, con algunos episodios aislados en otros lugares. El pretendiente era Carlos VI, el hijo de Carlos María Isidro.
4. Consecuencias de las guerras carlistas
Las guerras carlistas tuvieron grandes repercusiones, además de un elevado coste humano. Las principales consecuencias fueron las siguientes:
a) La inclinación de la monarquía hacia el liberalismo. El agrupamiento de los absolutistas en torno a Carlos V convirtió a los liberales en el más seguro apoyo a Isabel II.
b) El protagonismo de los militares en la política. Ante la amenaza carlista, muy seria en algunos momentos, los militares se convirtieron en una pieza fundamental de la defensa del régimen liberal. Los generales, conscientes de su protagonismo, se colocaron al frente de los partidos políticos y se erigieron en árbitros de la vida política. El uso y abuso del pronunciamiento se convirtió en una práctica casi habitual para cambiar los gobiernos.
c) Los enormes gastos de la guerra provocaron muy serios problemas financieros a la nueva monarquía liberal y condicionaron la orientación de reformas como la desamortización de Mendizábal.
Esquema
1. La cuestión sucesoria.
2. El problema del carlismo: la tradición y la cuestión foral.
3. Las dos primeras guerras carlistas.
4. Consecuencias de las guerras carlistas.
1. La cuestión sucesoria
Los últimos años del reinado de Fernando VII estuvieron llenos de tensiones políticas. La política de despotismo ilustrado del rey le enfrento a los realistas mas radicales que, ante la falta de descendencia del monarca, habían puesto sus esperanzas en el hermano de Fernando, Carlos María Isidro de Borbón, en torno al cual habían hecho partido. Pero el matrimonio del rey con María Cristina de Borbón cambió la situación. María Cristina dio en 1830 una hija, Isabel, a Fernando VII. El rey encontrándose enfermo y queriendo transmitir la Corona a su descendiente aprobó la Pragmática Sanción que anulaba la Ley Sálica, lo cual acababa con las pretensiones sucesoras de don Carlos. Esto dio lugar a dos partidos en la corte:
a) Los absolutistas se oponían a la Pragmática Sanción pues no querían dejar el trono en manos de una niña de corta edad, ni en las de su madre, de la que no se fiaban. Preferían a Don Carlos, firme tradicionalista. Este partido se denominara carlistas y eran enemigos acérrimos del liberalismo y de cualquier reforma.
b) En torno a Mª Cristina y a los derechos de su hija se fueron aglutinando los sectores reformistas de la Corte. Para ampliar sus apoyos buscaran a los liberales más moderados los cuales ven el momento de su rehabilitación. Son los isabelinos o cristinos.
Entre 1830‑33 se produce una intensa lucha entre partidarios de un bando y de otro cerca del lecho del enfermo rey. Fernando VII se apoyó en los reformistas para asegurar el trono a su hija, pero sus vacilaciones mantuvieron a la Corte en vilo hasta que en 1833 murió. Isabel, con tres años de edad, heredaba el trono. Su madre seria elegida Regente. Para afianzarse en trono frente a los carlistas que no reconocían la sucesión, se apoyó en los liberales moderados para gobernar. Comenzaba así la primera guerra civil española contemporánea.
2. El problema del carlismo: la tradición y la cuestión foral.
Como opción dinástica, el movimiento carlista apoyaba las pretensiones al trono del hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro y de sus descendientes, en contra de la línea sucesoria femenina encarnada en Isabel II. Pero más allá de la cuestión dinástica, el carlismo defendía a ultranza el mantenimiento de las viejas tradiciones del Antiguo Régimen, en abierta oposición a la modernización identificada con la Revolución Liberal.
En sus comienzos el ideario político carlista era difuso, pero con el tiempo acabó articulándose en torno a las siguientes ideas:
a) La tradición política del absolutismo monárquico.
b) La restauración del poder de la Iglesia y de un catolicismo excluyente.
c) La idealización del mundo rural frente a la sociedad urbana e industrial.
d) La defensa de las instituciones y fueros tradicionales de vascos, navarros y catalanes frente a la uniformidad política y jurídica liberal. La cuestión foral es importante para definir al movimiento carlista pero la historiografía actual relativiza un tanto su importancia, ya que ni en todos los territorios donde arraigó el carlismo existía una acentuada conciencia foral, ni esta se canalizó en exclusiva a través del carlismo.
En relación a la base social del carlismo conviene señalar que contaba con el apoyo del clero medio y bajo, que percibía el liberalismo como el gran enemigo de la religión y de la Iglesia, y una parte del campesinado, que veía amenazadas sus tradiciones y su situación económica por las reformas liberales.
En el ámbito geográfico, el carlismo arraigó en las zonas rurales de las Vascongadas, Navarra, Aragón, la Cataluña interior y el Maestrazgo.
3. Las dos primeras guerras carlistas
El movimiento carlista desencadenó tres conflictos, dos de ellos durante el reinado de Isabel II y el tercero en el Sexenio Democrático, solucionado ya con Alfonso XII.
La primera guerra carlista fue la más violenta y dramática, con casi 200.000 muertos. Los primeros levantamientos en apoyo de Carlos María Isidro, proclamado rey por sus seguidores con el nombre de Carlos V, ocurrieron al poco de morir Fernando VII, pero fueron sofocados con relativa facilidad en casi todos los lugares menos en las zonas en que hemos señalado que arraigó el carlismo.
La contienda civil tuvo su repercusión internacional, ya que las potencias absolutistas (Prusia, Rusia y Austria) y el Papado apoyaron al bando carlista frente a las naciones liberales como Francia, Inglaterra y Portugal que secundaron a la nueva reina en el Tratado de la Cuadrúple Alianza de 1834.
Ambos bandos contaban en sus filas con destacados militares, como Zumalacárregui y Cabrera en el bando carlista, y Espartero en el liberal o isabelino.
El agotamiento carlista terminó por provocar la división interna del movimiento entre dos grupos: los intransigentes, partidarios de continuar la guerra, y los moderados, encabezados por el general Maroto, partidarios, por su parte, de llegar a un acuerdo honroso con el enemigo.
Las negociaciones entre Maroto y Espartero culminaron en el Convenio de Vergara (1839), que marcó el fin de la guerra en el norte, ya que Cabrera resistió en la zona levantina casi un año más.
La segunda guerra carlista (1846-1849) no tuvo el impacto ni la violencia de la primera, pero se prolongó de forma intermitente hasta 1860. El principal escenario de este enfrentamiento estuvo localizado en el campo catalán, con algunos episodios aislados en otros lugares. El pretendiente era Carlos VI, el hijo de Carlos María Isidro.
4. Consecuencias de las guerras carlistas
Las guerras carlistas tuvieron grandes repercusiones, además de un elevado coste humano. Las principales consecuencias fueron las siguientes:
a) La inclinación de la monarquía hacia el liberalismo. El agrupamiento de los absolutistas en torno a Carlos V convirtió a los liberales en el más seguro apoyo a Isabel II.
b) El protagonismo de los militares en la política. Ante la amenaza carlista, muy seria en algunos momentos, los militares se convirtieron en una pieza fundamental de la defensa del régimen liberal. Los generales, conscientes de su protagonismo, se colocaron al frente de los partidos políticos y se erigieron en árbitros de la vida política. El uso y abuso del pronunciamiento se convirtió en una práctica casi habitual para cambiar los gobiernos.
c) Los enormes gastos de la guerra provocaron muy serios problemas financieros a la nueva monarquía liberal y condicionaron la orientación de reformas como la desamortización de Mendizábal.
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sábado, 17 de abril de 2010
Ideas del carlismo. María Teresa de Braganza y Borbón
En estos días hemos dedicado cierta atención al carlismo, ideología y movimiento político muy importante en la Historia contemporánea de España. Pues bien, para seguir ahondando en el mismo nos acercamos al fragmento de un texto de María Teresa de Braganza y Borbón, eposa del infante Don Carlos, donde se exponen diversas ideas del carlismo:
"Religión, Patria y Rey (...) Rey, digo por último, pero rey por la gracia de Dios y no por la gracia de la soberanía nacional (...). Según el liberalismo, de la soberanía nacional emana todo el poder y los poderes que existen, negando de este modo todo poder de origen divino. Ahora bien, esto está condenado por la Iglesia católica y con razón: pues la Escritura sagrada dice expresamente: todo poder viene de Dios (...).
El liberalismo es puro absolutismo, porque se atribuye a sí un poder que no le viene de Dios, de quien prescinde, ni del pueblo soberano, porque a este no se le concede sino el vano y rídiculo derecho de despositar una boleta en una urna electoral".
María Teresa de Braganza incide en diversos puntos del carlismo:
ª) El poder del rey es de origen divino y no procede de la soberanía nacional. Se trata de uno de los argumentos propios de la monarquía absoluta. El máximo defensor de esta idea fue Bossuet en el siglo XVII, precisamente, empleando las Sagradas Escrituras en su razonamiento.
b) Se critica el derecho del sufragio como legitimador del liberalismo, precisamente porque prescinde del origen divino del poder. Pero, curiosamente, establece que tampoco procede del pueblo soberano aunque se exprese en las urnas.
María Teresa de Braganza y Borbón nació en 1793. Era hija del rey Juan IV de Portugal y de la infanta española Carlota Joaquina de Borbón. Durante sus dos primeros años fue la princesa heredera de Portugal con el título de Princesa de Beira. Se casó con su primo Pedro Carlos de Borbón en Brasil, cuando la familia real portuguesa huyó de la ocupación napoleónica. En 1812 enviudó.
Al regresar a Portugal se destacó por la defensa a ultranza del absolutismo monárquico apoyando a su hermano Manuel I en la guerra civil que asoló Portugal entre los años 1826 y 1834, además de a su cuñado el infante Carlos María Isidro en sus pretensiones al trono español a la muerte de Fernando VII. Años después se casaría con éste que, además de cuñado, era su tío, viudo a su vez.
"Religión, Patria y Rey (...) Rey, digo por último, pero rey por la gracia de Dios y no por la gracia de la soberanía nacional (...). Según el liberalismo, de la soberanía nacional emana todo el poder y los poderes que existen, negando de este modo todo poder de origen divino. Ahora bien, esto está condenado por la Iglesia católica y con razón: pues la Escritura sagrada dice expresamente: todo poder viene de Dios (...).
El liberalismo es puro absolutismo, porque se atribuye a sí un poder que no le viene de Dios, de quien prescinde, ni del pueblo soberano, porque a este no se le concede sino el vano y rídiculo derecho de despositar una boleta en una urna electoral".
María Teresa de Braganza incide en diversos puntos del carlismo:
ª) El poder del rey es de origen divino y no procede de la soberanía nacional. Se trata de uno de los argumentos propios de la monarquía absoluta. El máximo defensor de esta idea fue Bossuet en el siglo XVII, precisamente, empleando las Sagradas Escrituras en su razonamiento.
b) Se critica el derecho del sufragio como legitimador del liberalismo, precisamente porque prescinde del origen divino del poder. Pero, curiosamente, establece que tampoco procede del pueblo soberano aunque se exprese en las urnas.
María Teresa de Braganza y Borbón nació en 1793. Era hija del rey Juan IV de Portugal y de la infanta española Carlota Joaquina de Borbón. Durante sus dos primeros años fue la princesa heredera de Portugal con el título de Princesa de Beira. Se casó con su primo Pedro Carlos de Borbón en Brasil, cuando la familia real portuguesa huyó de la ocupación napoleónica. En 1812 enviudó.
Al regresar a Portugal se destacó por la defensa a ultranza del absolutismo monárquico apoyando a su hermano Manuel I en la guerra civil que asoló Portugal entre los años 1826 y 1834, además de a su cuñado el infante Carlos María Isidro en sus pretensiones al trono español a la muerte de Fernando VII. Años después se casaría con éste que, además de cuñado, era su tío, viudo a su vez.
viernes, 16 de abril de 2010
Carlismo
Aunque en este blog hay algunos artículos que hacen referencia al carlismo a la hora de tratar otras ideologías y acontecimientos históricos, así como algunas bibliografías faltaba un artículo que intentara acercarse a este movimiento político y social español tan importante en nuestra Historia Contemporánea. Ese es el motivo por el que insertamos este "post".
El carlismo fue un movimiento político y social español que nace en el siglo XIX. Inicialmente agrupó a los seguidores de la causa del infante Carlos María Isidro de Borbón, hermano del rey Fernando VII, enfrentado a la hija de éste, Isabel, en el conflicto provocado por la sucesión de la Corona de España. La pugna dinástica provocó una lucha política y militar con fuerte incidencia social, configurando un movimiento que aglutinó a los enemigos de la Revolución Liberal. El carlismo agrupó a un conjunto heterogéneo de grupos y personalidades contrarrevolucionarios, cuyo único denominador común fue el rechazo al liberalismo triunfante y a las políticas y medidas que pretendían la transformación de una sociedad tradicional eminentemente agraria en otra industrial y urbana.
El carlismo nunca configuró un corpus organizado y jerarquizado de ideas como el liberalismo. Bien es cierto que después de la Primera Guerra Carlista (1833-1840) comenzó a elaborarse en el seno del movimiento una doctrina política cuyos principales componentes fueron la defensa de una monarquía tradicional, encarnada en la rama dinástica carlista, frente a la monarquía constitucional y luego parlamentaria, así como una defensa del poder de la Iglesia y de un catolicismo tradicional, junto con un evidente conservadurismo social, una defensa del mundo rural frente a lo urbano e industrial, así como la defensa de los fueros e instituciones forales vascas, navarras y catalanas.
En el aspecto social, el carlismo arraigó con fuerza en las zonas rurales de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Navarra, el Maestrazgo y algunas zonas rurales del interior catalán, donde predominaba una vieja pequeña nobleza y un clero locales con mucho arraigo. La alta nobleza y el alto clero no fueron seguidores del carlismo, con excepciones, aunque algunos de estos miembros de los antiguos estamentos privilegiados tuvieron posiciones ambiguas o de instrumentalización del movimiento carlista, ya que lo utilizaron frente a las posiciones más radicales del liberalismo o del republicanismo, como se puede comprobar en las épocas de gobiernos liberales progresistas o en el Sexenio Democrático. En los momentos de predominio de moderados y conservadores, como en la Década Moderada o en el triunfo de la Restauración borbónica, las tesis carlistas eran abandonadas por considerarse anacrónicas.
El carlismo se debilitó sobremanera después de la derrota militar de 1876. Es un momento de crisis y de escisiones en el seno del integrismo y de auge de los nacionalismos catalán y vasco. El carlismo mantuvo posiciones de más arraigo e importancia en Álava y Navarra en el nuevo siglo. Tenemos que tener en cuenta que el carlismo fue fundamental en el triunfo de la sublevación militar de 1936 en dichos territorios.
Franco integró el carlismo en el partido único, FET de las JONS. Un sector del carlismo o tradicionalismo tendió hacia el final de la dictadura hacia posiciones políticas de izquierda pero en la Transición dejó de ser un movimiento político y social decisivo e importante.
El carlismo fue un movimiento político y social español que nace en el siglo XIX. Inicialmente agrupó a los seguidores de la causa del infante Carlos María Isidro de Borbón, hermano del rey Fernando VII, enfrentado a la hija de éste, Isabel, en el conflicto provocado por la sucesión de la Corona de España. La pugna dinástica provocó una lucha política y militar con fuerte incidencia social, configurando un movimiento que aglutinó a los enemigos de la Revolución Liberal. El carlismo agrupó a un conjunto heterogéneo de grupos y personalidades contrarrevolucionarios, cuyo único denominador común fue el rechazo al liberalismo triunfante y a las políticas y medidas que pretendían la transformación de una sociedad tradicional eminentemente agraria en otra industrial y urbana.
El carlismo nunca configuró un corpus organizado y jerarquizado de ideas como el liberalismo. Bien es cierto que después de la Primera Guerra Carlista (1833-1840) comenzó a elaborarse en el seno del movimiento una doctrina política cuyos principales componentes fueron la defensa de una monarquía tradicional, encarnada en la rama dinástica carlista, frente a la monarquía constitucional y luego parlamentaria, así como una defensa del poder de la Iglesia y de un catolicismo tradicional, junto con un evidente conservadurismo social, una defensa del mundo rural frente a lo urbano e industrial, así como la defensa de los fueros e instituciones forales vascas, navarras y catalanas.
En el aspecto social, el carlismo arraigó con fuerza en las zonas rurales de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Navarra, el Maestrazgo y algunas zonas rurales del interior catalán, donde predominaba una vieja pequeña nobleza y un clero locales con mucho arraigo. La alta nobleza y el alto clero no fueron seguidores del carlismo, con excepciones, aunque algunos de estos miembros de los antiguos estamentos privilegiados tuvieron posiciones ambiguas o de instrumentalización del movimiento carlista, ya que lo utilizaron frente a las posiciones más radicales del liberalismo o del republicanismo, como se puede comprobar en las épocas de gobiernos liberales progresistas o en el Sexenio Democrático. En los momentos de predominio de moderados y conservadores, como en la Década Moderada o en el triunfo de la Restauración borbónica, las tesis carlistas eran abandonadas por considerarse anacrónicas.
El carlismo se debilitó sobremanera después de la derrota militar de 1876. Es un momento de crisis y de escisiones en el seno del integrismo y de auge de los nacionalismos catalán y vasco. El carlismo mantuvo posiciones de más arraigo e importancia en Álava y Navarra en el nuevo siglo. Tenemos que tener en cuenta que el carlismo fue fundamental en el triunfo de la sublevación militar de 1936 en dichos territorios.
Franco integró el carlismo en el partido único, FET de las JONS. Un sector del carlismo o tradicionalismo tendió hacia el final de la dictadura hacia posiciones políticas de izquierda pero en la Transición dejó de ser un movimiento político y social decisivo e importante.
viernes, 2 de abril de 2010
Nacionalismo vasco. Tercera parte
En 1895 se crea el PNV en Bilbao. Sabino Arana populariza un nuevo nombre para la patria vasca, Euzkadi, una bandera propia y propuso un lema para el partido: "Dios y ley antigua". El nacionalismo vasco se impregnó de un fuerte contenido católico y de defensa de la tradición. Se pretendía impulsar la lengua y costumbres vascas, defendiendo la pureza racial del pueblo vasco, como ya apuntábamos en el artículo anterior.
En un principio el Partido Nacionalista Vasco se declaró como independentista pero esta posición fue evolucionando hacia el autonomismo. A la muerte de Arana se producen disensiones en el seno del nacionalismo. Siempre ha habido dos grandes posturas en su seno, una más autonomista y otra más independentista. A pesar de esas discrepancias hay un evidente crecimiento electoral del partido a comienzos del siglo XX. El principal rival electoral será el carlismo que defendía la vuelta de los fueros. En Navarra el carlismo era un serio competidor.
En un principio el Partido Nacionalista Vasco se declaró como independentista pero esta posición fue evolucionando hacia el autonomismo. A la muerte de Arana se producen disensiones en el seno del nacionalismo. Siempre ha habido dos grandes posturas en su seno, una más autonomista y otra más independentista. A pesar de esas discrepancias hay un evidente crecimiento electoral del partido a comienzos del siglo XX. El principal rival electoral será el carlismo que defendía la vuelta de los fueros. En Navarra el carlismo era un serio competidor.
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martes, 3 de noviembre de 2009
Estudios sobre el carlismo
En un pasado artículo nos acercamos a la bibliografía del carlismo. En este nuevo trabajo insertamos la referencia del libro siguiente:Actas de las I Jornadas de Estudio del Carlismo. El carlismo en su tiempo: geografías de la contrarrevolución. Las Jornadas se celebraron en Estella en septiembre de 2007.
Este es el índice:
Ver: http://www.cazarabet.com/lalibreria/fichas21/estella.htm
Este es el índice:
Ver: http://www.cazarabet.com/lalibreria/fichas21/estella.htm
lunes, 2 de noviembre de 2009
Bibliografía sobre el carlismo. Jordi Canal
Para entender el carlismo desde sus inicios hasta la Transición el historiador Jordi Canal es imprescindible:
Unificación por Decreto: Franco, dueño absoluto
Jordi Canal
La Aventura de la historia, ISSN 1579-427X, Nº. 102, 2007, pags. 40-45
Montejurra. Mayo de 1976: una fiesta fraticida
Jordi Canal
La Aventura de la historia, ISSN 1579-427X, Nº. 91, 2006, pags. 20-25
Carlismo y contrarrevolución
Jordi Canal
La Aventura de la historia, ISSN 1579-427X, Nº. 77, 2005, pags. 46-51
¿En busca del precedente perdido?: tríptico sobre las complejas relaciones entre carlismo y catalanismo a fines del siglo XIX
Jordi Canal
Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales, ISSN 1575-0361, Nº 14, 2005, pags. 45-84
La apropiación nacionalista
Jordi Canal
La Aventura de la historia, ISSN 1579-427X, Nº. 77, 2005, pags. 64-66
Marian Vayreda, entre el carlisme i el catalanisme
Jordi Canal
Revista de Girona, ISSN 0211-2663, Nº 225, 2004, pags. 41-46
Por mi honor: las razones de Don Carlos
Jordi Canal
La Aventura de la historia, ISSN 1579-427X, Nº. 67, 2004, pags. 62-68
Guerra civil y contrarrevolucuón en la Europa del sur en el siglo XIX: refexiones a partir del caso español
Jordi Canal
Ayer, ISSN 1134-2277, Nº 55, 2004, pags. 37-60
La contrarrevolución en movimiento: carlismo y violencia política en España, 1876-1939Jordi Canal
Prohistoria: historia, políticas de la historia, ISSN 1514-0032, Nº. 8, 2004, pags. 87-116
El otro "Carlos V": primer pretendiente carlista
Jordi Canal
Clío: Revista de historia, ISSN 1579-3532, Nº. 3, 2002, pag. 92
Fiestas, calendarios e identidad carlista: la festividad de los Mártires de la Tradición
Jordi Canal
Bulletin d'histoire contemporaine de l'Espagne, ISSN 0987-4135, Nº 30-31, 2000 (Ejemplar dedicado a: Fêtes, sociabilités, politique dans l'Espagne contemporaine), pags. 87-102
El carlisme catalanista a la fi del segle XIX: Joan Bardina i "Lo Mestre Titas" (1897-1900)Jordi Canal
Recerques: Historia, economía y cultura, ISSN 0210-380X, Nº 34, 1996 (Ejemplar dedicado a: El carlisme en el segle XIX : ideologia i conflictivitat social), pags. 47-71
Carlins i integristes a la Restauració: l'escissió de 1888
Jordi Canal
Revista de Girona, ISSN 0211-2663, Nº 147, 1991, pags. 59-68
Colaboraciones en obras colectivas. Recaredo contra la revolución: el carlismo y la conmemoración del "XIII Centenario de la Unidad Católica" (1889)Jordi Canal
Religión y política en la España contemporánea / coord. por Carolyn P. Boyd, 2007, ISBN 978-84-259-1370-9, pags. 249-270
Los exilios en la historia de España
Jordi Canal
Exilios: los éxodos políticos en la historia de España : siglos XV-XX / coord. por Jordi Canal, 2007, ISBN 978-84-7737-189-2, pags. 11-36
Los instrumentos del infierno: masonería y judaísmo en la prensa carlista del siglo XIXJordi Canal
La Masonería española en la época de Sagasta / coord. por José Antonio Ferrer Benimeli, Vol. 1, 2007, ISBN 978-84-8380-051-5, pags. 43-74
El exilio carlista tras la Guerra Civil de 1872-1876: una aproximación dual
Jordi Canal
España, 1868-1874 : nuevos enfoques sobre el sexenio / coord. por Rafael Serrano García, 2002, ISBN 84-9718-089-5, pags. 235-258
La violencia carlista tras el tiempo de las carlistadas: nuevas formas para un viejo movimientoJordi Canal
Violencia política en la España del siglo XX / coord. por Santos Juliá Díaz, 2000, ISBN 84-306-0393-X, pags. 25-66
Espacio propio, espacio público: la sociabilidad carlista en la España mediterránea en la etapa de entresiglosJordi Canal
Sociabilidad fin de siglo : espacios asociativos en torno a 1898 / coord. por Rafael Villena Espinosa, Isidro Sánchez Sánchez, 1999, ISBN 84-89958-89-0, pags. 125-150
La gran familia: estructuras e imágenes familiares en la base de la pervivencia del carlismoJordi Canal
Cultura y movilización en la España contemporánea / coord. por Manuel Pérez Ledesma, Rafael Cruz, 1997, ISBN 84-206-2882-4, pags. 99-136
Carlismo e integrismoJordi Canal
La época de la restauración : (1875-1902) / coord. por Manuel Espadas Burgos, Vol. 1, 1996 (Estado, política e islas de ultramar), ISBN 84-239-8914-3, pags. 575-593
Exilios: los éxodos políticos en la historia de España : siglos XV-XXcoord. por Jordi Canal
Sílex ediciones, 2007. ISBN 978-84-7737-189-2
Unificación por Decreto: Franco, dueño absoluto
Jordi Canal
La Aventura de la historia, ISSN 1579-427X, Nº. 102, 2007, pags. 40-45
Montejurra. Mayo de 1976: una fiesta fraticida
Jordi Canal
La Aventura de la historia, ISSN 1579-427X, Nº. 91, 2006, pags. 20-25
Carlismo y contrarrevolución
Jordi Canal
La Aventura de la historia, ISSN 1579-427X, Nº. 77, 2005, pags. 46-51
¿En busca del precedente perdido?: tríptico sobre las complejas relaciones entre carlismo y catalanismo a fines del siglo XIX
Jordi Canal
Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales, ISSN 1575-0361, Nº 14, 2005, pags. 45-84
La apropiación nacionalista
Jordi Canal
La Aventura de la historia, ISSN 1579-427X, Nº. 77, 2005, pags. 64-66
Marian Vayreda, entre el carlisme i el catalanisme
Jordi Canal
Revista de Girona, ISSN 0211-2663, Nº 225, 2004, pags. 41-46
Por mi honor: las razones de Don Carlos
Jordi Canal
La Aventura de la historia, ISSN 1579-427X, Nº. 67, 2004, pags. 62-68
Guerra civil y contrarrevolucuón en la Europa del sur en el siglo XIX: refexiones a partir del caso español
Jordi Canal
Ayer, ISSN 1134-2277, Nº 55, 2004, pags. 37-60
La contrarrevolución en movimiento: carlismo y violencia política en España, 1876-1939Jordi Canal
Prohistoria: historia, políticas de la historia, ISSN 1514-0032, Nº. 8, 2004, pags. 87-116
El otro "Carlos V": primer pretendiente carlista
Jordi Canal
Clío: Revista de historia, ISSN 1579-3532, Nº. 3, 2002, pag. 92
Fiestas, calendarios e identidad carlista: la festividad de los Mártires de la Tradición
Jordi Canal
Bulletin d'histoire contemporaine de l'Espagne, ISSN 0987-4135, Nº 30-31, 2000 (Ejemplar dedicado a: Fêtes, sociabilités, politique dans l'Espagne contemporaine), pags. 87-102
El carlisme catalanista a la fi del segle XIX: Joan Bardina i "Lo Mestre Titas" (1897-1900)Jordi Canal
Recerques: Historia, economía y cultura, ISSN 0210-380X, Nº 34, 1996 (Ejemplar dedicado a: El carlisme en el segle XIX : ideologia i conflictivitat social), pags. 47-71
Carlins i integristes a la Restauració: l'escissió de 1888
Jordi Canal
Revista de Girona, ISSN 0211-2663, Nº 147, 1991, pags. 59-68
Colaboraciones en obras colectivas. Recaredo contra la revolución: el carlismo y la conmemoración del "XIII Centenario de la Unidad Católica" (1889)Jordi Canal
Religión y política en la España contemporánea / coord. por Carolyn P. Boyd, 2007, ISBN 978-84-259-1370-9, pags. 249-270
Los exilios en la historia de España
Jordi Canal
Exilios: los éxodos políticos en la historia de España : siglos XV-XX / coord. por Jordi Canal, 2007, ISBN 978-84-7737-189-2, pags. 11-36
Los instrumentos del infierno: masonería y judaísmo en la prensa carlista del siglo XIXJordi Canal
La Masonería española en la época de Sagasta / coord. por José Antonio Ferrer Benimeli, Vol. 1, 2007, ISBN 978-84-8380-051-5, pags. 43-74
El exilio carlista tras la Guerra Civil de 1872-1876: una aproximación dual
Jordi Canal
España, 1868-1874 : nuevos enfoques sobre el sexenio / coord. por Rafael Serrano García, 2002, ISBN 84-9718-089-5, pags. 235-258
La violencia carlista tras el tiempo de las carlistadas: nuevas formas para un viejo movimientoJordi Canal
Violencia política en la España del siglo XX / coord. por Santos Juliá Díaz, 2000, ISBN 84-306-0393-X, pags. 25-66
Espacio propio, espacio público: la sociabilidad carlista en la España mediterránea en la etapa de entresiglosJordi Canal
Sociabilidad fin de siglo : espacios asociativos en torno a 1898 / coord. por Rafael Villena Espinosa, Isidro Sánchez Sánchez, 1999, ISBN 84-89958-89-0, pags. 125-150
La gran familia: estructuras e imágenes familiares en la base de la pervivencia del carlismoJordi Canal
Cultura y movilización en la España contemporánea / coord. por Manuel Pérez Ledesma, Rafael Cruz, 1997, ISBN 84-206-2882-4, pags. 99-136
Carlismo e integrismoJordi Canal
La época de la restauración : (1875-1902) / coord. por Manuel Espadas Burgos, Vol. 1, 1996 (Estado, política e islas de ultramar), ISBN 84-239-8914-3, pags. 575-593
Exilios: los éxodos políticos en la historia de España : siglos XV-XXcoord. por Jordi Canal
Sílex ediciones, 2007. ISBN 978-84-7737-189-2
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