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viernes, 29 de enero de 2010

Comparación de instituciones. La jefatura del Estado en el franquismo y la democracia. Segunda parte

El Rey

Una vez que la Constitución española designa en su artículo 56 al rey como jefe del estado, lo artículos 62 y 63 se dedican a establecer las funciones del mismo (todos estos artículos y otros sobre sucesión se encuentran en el Titulo II del texto constitucional).

Según los artículos señalados el rey sanciona y promulga las leyes, convoca y disuelve las cortes y la convocatoria de elecciones, pero siempre según lo establecido en la Constitución, no cuando lo estime oportuno, también convoca referéndums en los mismos términos. Propone al candidato de presidente de gobierno y lo nombra, recordando que dicho presidente necesita la aprobación parlamentaria (recordemos que en España, realmente, no votamos para presidente de gobierno, sino para formar las cámaras legislativas, que son las encargadas de votar, según el juego de las mayorías, al presidente de gobierno, así como de quitarle la confianza en una moción de censura, ya que, el poder legislativo representa la soberanía popular, muy al contrario de lo que veíamos en el monarca franquista). Expide los decretos del consejo de ministros, y da honores, pero todo, dentro de lo que marca la ley, es decir, que la ley siempre está por encima, ya que nos encontramos en un estado de derecho. Debe ser informado de los actos de gobierno, preside los grandes actos, es mando supremo de las fuerzas armadas, pero no olvidemos que él no puede tomar decisiones sin el refrendo del gobierno. El rey ejerce el derecho de gracia según la ley, acredita embajadores, y declara la guerra o la paz según lo autoricen las cortes generales.

Pero, además, la soberanía, insisto, es popular, y el rey es jefe del estado dentro de un organigrama de división de poderes, cuestiones éstas claves para entender las diferencias entre uno y otro sistema.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Puntos 3 y 4 de Falange

3. Tenemos voluntad de Imperio. Afirmamos que la plenitud histórica de España es el Imperio. Reclamamos para España un puesto preeminente en Europa. No soportamos ni el aislamiento internacional ni la mediatización extranjera. Respecto de los países de Hispanoamérica, tendemos a la unificación de cultura, de intereses económicos y de poder. España alega su condición de eje espiritual del mundo hispánico como título de preeminencia en las empresas universales.

La voluntad de Imperio es un concepto, también, complicado. Se pide un puesto importante en Europa, a pesar de que España no era una potencia de primer orden, (aún así, jugó un gran papel en la Sociedad de Naciones), pero no se explicita, en esí, a qué Imperio tenía derecho nuestro país. Franco sí diseñó un Imperio en el Mediterráneo, uno de los aspectos con los que no pudo entenderse con Hitler porque pedía demasiado y entraba en colisión con los intereses del régimen de Petain, un aliado más importante para Berlín.
Sobre América, se pretende que España sea un eje espiritual. De nuevo, mucha retórica y no se ve la cuestión desde un plano de igualdad, como no podía ser de otra manera, con repúblicas soberanas. Con Latinoamérica, Franco quiso establecer este punto, con desigual éxito, ya que, si los regímenes dictatoriales sí le eran más afines: la Argentina de Perón, o la República Dominicana de Trujillo, no con otros países de la importancia de México, patria del exilio español, y muy beligerante con Franco en los foros internacionales.

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4. Nuestras fuerzas armadas -en la tierra, en el mar y en el aire- habrán de ser tan capaces y numerosas como sea preciso para asegurar a España en todo instante la completa independencia y la jerarquía mundial que le corresponde. Devolveremos al Ejército de tierra, mar y aire toda la dignidad que merece, y haremos, a su imagen, que un sentido militar de la vida informe toda la existencia española.

Es interesante comentar el último aspecto de este punto, y que tiene un marcado cariz fascista: la militarización de la vida de los ciudadanos.