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lunes, 17 de marzo de 2014

Detrás de las barricadas españolas

Detrás de las barricadas españolas es un libro que escribió el periodista y corresponsal de guerra John Langdon-Davies, y que ha sido ahora reeditado con prólogo de Preston.
El británico Langdon-Davies vino a España en mayo de 1936 para cubrir las celebraciones del Primero de Mayo en Madrid. En la guerra civil se destacó por su labor humanitaria para salvar niños. En este sentido fundó junto con Eric Muggeride "Plan Internacional" con esa misión. Además, Langdon fue un gran especialista conocedor de la cultura catalana
El libro es el testimonio de su experiencia en España.
Más datos en:

lunes, 26 de agosto de 2013

La Iglesia y el Auxilio Social

Se ha publicado el siguiente libro, El papel de la Iglesia en Auxilio Social, de Francisco González de Tena. Por el interés de la novedad del enfoque de este estudio se incluye el texto de la reseña bibliográfica:
"La institución asistencial franquista conocida como Auxilio Social, ha sido estudiada hasta ahora desde la historiografía con cierto detalle. No obstante en esos antecedentes siempre se ha resaltado el marco en el que tuvo su origen, la Sección Femenina de Falange Española, concretamente de la que en el año de su fundación aparecía como su principal promotora, la que entonces era viuda de o­nésimo Redondo, y en menor medida la persona que la desplazó del primer plano en la institución y que pretendía asumir su protagonismo, Pilar Primo de Rivera.
Lo que hoy parece fuera de duda es que, el espíritu originario de asistencia “indiscriminada a los damnificados por la Guerra Civil” quedó desvirtuado seriamente a partir de la irrupción de los ideólogos franquistas que desembarcaron en lo que era presentado por el Régimen como su más apreciada joya en el ámbito asistencial y, por lo mismo, propagandístico. Y lo que es aún menos conocido es el papel hegemónico que desempeñó la Iglesia Católica en un campo de actuación que parecía diseñado para sus fines. Auxilio Social pasó, por tanto, de representar el decorado amable de “la sonrisa de Falange” a ser el campo, primero de batalla ideológica y, después el campo privilegiado en el que se pudo desarrollar con más exactitud el ideario del nacional–catolicismo. En un ambiente cerrado, sin miradas indiscretas y actuando sobre un colectivo desprotegido de niños, la Iglesia Católica pudo ejercer su faceta más auténtica como instrumento de poder."

jueves, 30 de agosto de 2012

María Braña de Diego


Fue alumna y más tarde profesora en el Instituto Escuela, en 1933 participó en el Crucero Universitario por el Mediterráneo donde se le despertó la pasión por la Arqueología. Se licenció en Filosofía y Letras.
Maestra en un Colegio de niños huerfanos en Caspe al inicio de la Guerra, escapó con ellos andando hasta Cataluña para poder ponerlos a salvo y entregarlos a las autoridades republicanas. Sabemos que en 1938 estaba afiliada a la FETE y que fue depurada y separada definitivamente de la docencia en 1940.

El resto de su biografía en:

http://maestrasrepublicafeteugt.blogspot.com/2012/01/maria-brana-de-diego.html

domingo, 25 de diciembre de 2011

Breve aproximación a la historia de la Seguridad Social en España. Tercera Parte

Después de la Primera Guerra Mundial se inicia una nueva fase en relación con los derechos sociales, al incorporarse a los textos constitucionales, aspecto fundamental a la hora de estudiar la historia de la seguridad social. Asistimos a la constatación de un creciente intervencionismo social de los estados. La Constitución de Weimar constituye un texto clave en esta época, ya que fue la primera que incorporó los derechos sociales: existencia digna, obligaciones sociales de la propiedad, vivienda digna, protección de la mano de obra y los seguros sociales. Curiosamente, en la URSS hubo que esperar a la Constitución de 1936 para que se recogieran estos derechos en el máximo nivel legal. En este contexto destacó, sin lugar a dudas, la Constitución de la II República española.


La Constitución de 1931 reconoció un amplio abanico de derechos sociales. En el artículo 43, dentro del capítulo de “Familia, economía y cultura” se establece que el Estado “prestará asistencia a los enfermos y ancianos, y protección a la maternidad y a la infancia, haciendo suya la “Declaración de Ginebra” o tabla de los derechos del niño”. El artículo 46 decía: “La República asegurará a todo trabajador las condiciones necesarias de una existencia digna. Su legislación social regulará: los casos de seguro de enfermedad, accidente, paro forzoso, vejez, invalidez y muerte; el trabajo de las mujeres y de los jóvenes y especialmente la protección de la maternidad…” Estos dos artículos son claves, por tanto, en la historia del constitucionalismo español porque reconocen los derechos sociales en España por vez primera, obligando al estado a que interviniese para su garantía y cumplimiento. Se trata, pues, de un hito fundamental en la historia de la seguridad social.


La primera medida tomada en el área de los seguros sociales por parte del gobierno provisional fue el establecimiento del Seguro Obligatorio de Accidentes de Trabajo. El 12 de junio de 1931 se aprueba la Ley de Accidentes de Trabajo y se aplica, también al sector agrícola. El reglamento entraría en vigor en agosto de ese año. El 4 de julio de 1932 aparece la Ley de Indemnización por Accidentes de Trabajo en la Industria, con reglamento de enero del año siguiente. Para completar esta legislación sobre los riesgos en el trabajo se creó la Caja Nacional del Seguro de Accidentes de Trabajo.


El paro fue una creciente preocupación para los gobiernos de la República, debido a la crisis económica internacional de 1929. Pero conviene señalar que, anteriormente, había comenzado a tratarse esta cuestión en tiempos de Alfonso XIII con una serie de proyectos y anteproyectos que no terminaron por cuajar en un seguro de desempleo. La historia comienza con un Decreto de 5 de marzo de 1910, otro de 18 de marzo de 1919, siguiendo con el Anteproyecto de Ley del Seguro de Paro Forzoso de 1921, el Anteproyecto de Bases contra el Paro forzoso y la Orden de 25 de abril de 1928. Ya establecida la República se aprobó un Decreto que creaba el servicio para el fomento y régimen de la Previsión contra el Paro involuntario del trabajo. Pero la disposición más importante se dio con la Ley contra el Paro de 7 de julio de 1934, seguida por un proyecto de ley contra el paro involuntario que apareció en la Gaceta de Madrid en mayo de 1935 y que se revisó en 1936 (Gaceta de 15 de julio).

martes, 20 de julio de 2010

Los niños españoles soldados

En el libro de H.S.R. Así quiero ser, el niño del Nuevo Estado, del año 1944 se puede leer esta proclama:

"Las Organizaciones Juveniles son el primer paso para hacer de todo muchacho español un buen soldado"

Se trata de una máxima claramente de signo fascista en la línea de encuadramiento de los niños en el sistema militar. Tengamos en cuenta la fecha de esta frase. Con el tiempo, estas cuestiones de marcado carácter fascista se irán diluyendo.

lunes, 19 de julio de 2010

Más sobre los salvajes

En línea con otro artículo sobre la consideración de los habitantes de América en vísperas de la conquista en los textos escolares del franquismo nos acercamos al libro de Agustín Serrano de Haro, Yo soy español, del año 1951. En dicho texto se puede leer lo siguiente:

"Y las gentes que vivían allí (en América) cuando llegaron los españoles, eran salvajes. Iban desnudos y con todo el cuerpo pintado. No sabían leer ni escribir; no tenían Iglesias, ni escuelas, ni carreteras ni fábricas. Ni tan siquiera sabían lo que era el pan. Y algunos eran tan feroces que se comían unos a otros, y hasta engordaban a los niños para las matanzas, lo mismo que hacemos nosotros con los cerdos"

El texto establece claramente lo atrasados y salvajes que debían ser los indígenas americanos. Al parecer, un signo de salvajismo era tener el cuerpo pintado e ir desnudos. Es de suponer que el autor de este libro no conocía a los incas ni tampoco el medio natural donde se asentaban, por ejemplo. No tenían Iglesias, y esto, es evidente porque no eran cristianos pero tenían templos de sus religiones pero, desde una perspectiva eurocéntrica y católica esto era aún peor. No tenían carreteras, es evidente, pero tampoco los castellanos del siglo XVI las tenían. Tampoco conoce nuestro autor la magna obra del camino de los incas de miles de kilométros, y de la misma importancia que una calzada romana y que, precisamente, ahora puede llegar a ser declarado patrimonio de la humanidad, ni las obras de ingeniería en el medio acuático de los aztecas. ¿Y las fábricas?, ¿no fabricaban nada en las civilizaciones precolombinas?. Por último, la alusión al canibalismo es impresionante. Sobre el pan, de nuevo nuestro autor hace gala de su nulo conocimiento de lo que son las civilizaciones y sus medios de subsistencia. El pan es un alimento propio de la zona mediterránea donde hay trigo. En otros lugares de la tierra se emplean otros alimentos distintos para la misma función alimenticia como el maíz o el arroz.