Ebert nació en 1871 en Heidelberg. En el año 1889 se afilió al SPD; a los cuatro años de su ingreso fue editor del periódico del partido. En 1912 entró en el parlamento alemán, y al año siguiente, fue elegido presidente del SPD. Votó la aprobación de los créditos de guerra en 1914, sellando con esta decisión el fracaso del pacifismo socialista alemán y europeo frente al belicismo y que había sido uno de los objetivos de la II Internacional.
Al terminar la guerra y caer el sistema político imperial alemán, fue nombrado canciller el 9 de noviembre de 1918 por su firme posición ante los conflictos que se estaban dando en la Alemania de la posguerra, sucediendo en el cargo a Max de Baden. El día 10 de noviembre, es decir, al día siguiente de su nombramiento, llegó a un acuerdo con el general Groener. Con este apoyo y el de la clase dirigente alemana, sofocó la revolución espartaquista y contribuyó a la instauración de un nuevo sistema político, el de la República de Weimar. Pero esa colaboración tuvo un precio: la autonomía del ejército y de las antiguas estructuras administrativas imperiales, uno de los factores claves para entender la debilidad de la nueva democracia alemana.
El 11 de febrero de 1919 fue elegido presidente del nuevo estado alemán. Obtuvo amplios poderes que empleó para durante la inestable posguerra alemana, además de intentar defender una política de conciliación. Trató de conseguir un mejor trato para Alemania por parte de las potencias vencedoras en la guerra en la Conferencia de París, pero no lo consiguió. En 1921 se le prorrogó el mandato dada la inestabilidad política alemana. Ebert comenzó a recibir continuos y duros ataques por parte de la extrema derecha, especialmente, tras la ocupación francesa del Ruhr en 1923. Fueron tan duros estos ataques que llegó a tener que comparecer ante los tribunales en el año 1924 para responder de la acusación de traición durante la guerra por su participación en una huelga de municioneros. Aunque el denunciante fue acusado de mentir, la judicatura alemana, extremadamente conservadora, no le exculpó del cargo de traición. La salud de Ebert sufrió por este proceso y murió al poco tiempo, en 1925.
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