martes, 19 de febrero de 2013

El control del periodismo hasta 1966


Hasta la famosa Ley de Prensa de Fraga Iribarne del año 1966, y que es la más conocida de la época de Franco, hubo otra ley de prensa. Esta ley nació el 23 de abril de 1938 y fue la que más tiempo duró. El control del periodismo que establecía esta ley era férreo. El autor de esta ley fue José Antonio Giménez Arnau bajo la tutela y las órdenes de Serrano Suñer.
El principal objetivo de dicha ley era reconvertir el rico periodismo español de los años treinta en un mecanismo de propaganda política a favor de la causa franquista en la guerra, para luego, cuando terminó la contienda, seguir en dicha tarea y censurar y controlar todas las publicaciones periódicas. Era tal la dureza de esta ley, de naturaleza fascista, que los sectores católicos del régimen llegaron a criticarla. No olvidemos que la Iglesia y el catolicismo tenían varios e importantes periódicos pero Serrano Suñer pretendía el control absoluto y llegó a amenazar a la conocida como prensa católica.
La ley criticaba la libertad de prensa como se entiende en un sistema democrático. La prensa tendría como misión trasmitir los deseos de la nación y comunicar a ésta lo que establecía el estado, es decir, la prensa, realmente, tenía una misión de servicio del nuevo estado. Por eso, el estado tenía que controlar y vigilar a los periódicos y no solo a los de su propiedad, sino a todos los que estaban autorizados a existir. El estado establecía el número y extensión de las publicaciones, intervenía en la designación de los directores y principales puestos, reglamentaría la profesión periodística, vigilaría la actividad de la prensa y ejercería la censura.
Se establecía un exhaustivo catálogo de sanciones y multas. El estado podía incautarse de un periódico, destituir a un director y expulsar a un periodista del Registro Oficial de Periodistas, lo que inhabilitaba para ejercer la profesión. Pero, además, la cuestión de las sanciones era inquietante porque podían ser sancionadas un sinfín de actuaciones y ejercicios profesionales, y era imposible recurrir ante una sanción o multa. Estamos, pues, ante un nuevo ejemplo de la arbitrariedad del régimen. Se trata de la muerte del verdadero periodismo para convertirse en la correa de transmisión del estado franquista.

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