martes, 18 de octubre de 2011

Anarquistas y comunistas en vísperas de la República

Los anarcosindicalistas de la CNT vivieron una dura etapa de represión y de clandestinidad durante la Dictadura y que les afectó de forma evidente. Los más activistas encontraron serias dificultades para la labor de los grupos de acción terrorista y su enfrentamiento con el sector más posibilista, encabezado por Ángel Pestaña, contribuía, además, al complicar el desarrollo de la central sindical.




La Federación Anarquista Ibérica o FAI nació en Valencia en 1927 mientras la CNT se hallaba ilegalizada, y para poder salvar la prohibición. Como indica su nombre, su ámbito incluía toda la Península, aunque, en principio, se le quiso dar una dimensión europea y americana a esta federación. Se trató de reunir todas las tendencias del anarquismo. La reunión de Valencia culminaba un proceso de reuniones previas en Barcelona, Francia y Portugal. En dicha reunión se integraron la Unión Anarquista Portuguesa, la Federación Nacional de Grupos Anarquistas de España y la Federación de Grupos Anarquistas de Lengua Española en Francia. La FAI pretendía asegurar la hegemonía anarquista en la CNT, frente a la influencia de la minoría comunista y de los dirigentes sindicalistas reformistas más moderados. Se estableció la fórmula de la "trabazón", es decir el enlace entre la línea sindical y la de los específicamente anarquistas.



En el intenso período que va desde la caída de Primo de Rivera a la proclamación de la República, los anarcosindicalistas comenzaron a movilizarse. En febrero de 1930, la CNT seguía en la clandestinidad pero se celebró un pleno de regionales, que se pronunció por la colaboración con los republicanos aunque en términos un tanto ambiguos. Se basaba en la necesidad de que se convocaran unas Cortes Constituyentes, se afirmase la libertad sindical y se amnistiase a los presos políticos. Pestaña protagonizó un acto clave para que la CNT volviera a ser legal, al entrevistarse con el general Mola, director general de Seguridad. La legalización de la central sindical permitió el resurgimiento de la actividad anarcosindicalista. Pestaña, Juan Peiró y otros dirigentes movieron a la CNT hacia una cierta colaboración con los conspiradores republicanos. De forma paralela, se volvía a la estrategia de la huelga y la movilización. Pero en la CNT seguía siendo poderoso el sector contrario a la colaboración con los republicanos y a aceptar compromisos con fuerzas que no eran obreras. Por otra parte, los republicanos no se atrevieron a dar el paso de invitar a los anarcosindicalistas a la conjunción antimonárquica que se estaba formando, prefiriendo a los socialistas.



La situación de los comunistas era la de mayor debilidad en el seno de la izquierda obrera. El PCE no había tenido un desarrollo organizativo importante aún. En el año 1925 accedió a la Secretaría General José Bullejos, un verdadero estalinista, que impuso unas tesis muy dogmáticas y ultraizquierdistas, en plena época de clandestinidad. Esa estrategia debilitó aún más a la organización y la aisló. Pero, también es cierto, que en el seno del comunismo español estaba surgiendo una figura más activa y con más visión de futuro. Nos referimos a José Díaz, desde Sevilla.



Al terminar la Dictadura, la postura de los comunistas seguía marcada por las directrices de la Internacional Comunista. En la reunión clandestina celebrada en Bilbao, en marzo de 1930, se defendió la revolución social y el establecimiento de una República de soviets campesinos y obreros. Además, se negó cualquier posibilidad de colaborar con otras fuerzas políticas. Estas resoluciones aislaron, aún más, al PCE en el seno del heterogéneo mundo de fuerzas políticas y sociales de oposición al sistema. Una fórmula para ampliar sus bases y alcanzar una posición de mayor fuerza fue la de intentar ampliar su influencia en el mundo sindical. Para ello, crearon el Comité para la Reconstrucción de la CNT, pero los anarquistas presentaron una firme oposición a este Comité y, aquellos militantes comunistas de la central sindical, fueron expulsados.



Por fin, tenemos que aludir a Joaquín Maurín, que en el año 1920 llegó a la Secretaría del Comité Regional de la CNT. No consiguió sacar adelante su propuesta para que la CNT entrara en la III Internacional, por lo que decidió fundar unos Comités Sindicalistas Revolucionarios, en el año 1922 y en Bilbao. Dos años después, Maurín ingresó en el PCE. Se convirtió en un teórico dentro del partido. Moscú evitó que fuera expulsado en 1927 pero, al final, esta expulsión llegaría en 1931. Maurín decidió formar el Bloque Obrero Campesino (BOC), del que sería nombrado presidente. El Bloque nació en marzo de 1931, como resultado de una fusión entre el Partit Comunista Català de Jordi Arquer y la Federación Catalano-Balear del PCE de Maurín.



El BOC era una plataforma de propaganda mientras que la Federación Catalano-Balear, denominada, desde 1932, Federación Comunista Ibérica, y cuyo secretario general también era Maurín, era el grupo activo.

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