viernes, 21 de octubre de 2011

El camino hacia la Segunda República. El gobierno Berenguer

Con el gobierno del general Berenguer se intentó realizar un proceso de transición desde la Dictadura de Primo de Rivera a la normalidad constitucional, establecida en 1876. La Constitución de 1876 estableció las bases del sistema político de la Restauración, y que terminó con el golpe de 1923, cuando dicho sistema se encontraba en plena descomposición. Para comenzar a entender la época que va desde la caída de Primo hasta la proclamación de la República hay que tener en cuenta, por tanto, que se deseaba volver a un sistema ya desprestigiado pero, también que uno de sus pilares, la Monarquía, se había deteriorado considerablemente, precisamente por haberse comprometido con la Dictadura. Ese deterioro, además, había provocado la deserción de las filas monárquicas de una parte considerable de la propia clase política del sistema de la Restauración. Berenguer enfocó la cuestión de la transición sin tener en cuenta todo esto. Era imposible regresar al año 1923 en 1930.




En su momento, Berenguer había adoptado una postura de oposición moderada a la Dictadura. Primo de Rivera había presentado al rey, antes de despedirse, una terna de sucesores y Berenguer era el más liberal de los tres. Así pues, Alfonso XIII le encargó formar gobierno. El general se pronunció sobre su deseo de volver a la normalidad constitucional y anunció una serie de medidas liberalizadores que fueron bien recibidas por la opinión pública. Pero Berenguer no era un político y no supo moverse en las arenas movedizas de la política española heredada del sistema de la Restauración, complicada con el creciente poder de las fuerzas políticas y sociales ajenas a dicho sistema. Además, como hemos señalado, muchos políticos monárquicos, especialmente, los liberales, aunque, también destacados conservadores, decidieron no colaborar con el gobierno. En la crítica y la no colaboración con el gobierno destacaría Sánchez Guerra que lanzó durísimas diatribas contra el rey, al considerar que en la Dictadura “el impulso fue soberano”. Otros, como Ossorio y Gallardo, fueron más moderados en sus críticas. Ossorio siguió siendo “monárquico pero sin rey”. Pero el paso hacia el republicanismo era algo más complicado y solamente lo dieron dos políticos: Miguel Maura y Niceto Alcalá-Zamora. Ambos representarían una opción republicana moderada o conservadora, en todas sus dimensiones: política, social y, especialmente, religiosa.



Pero, además, una gran parte de la clase política monárquica comprobaron muy pronto que el proceso transicional era lentísimo, por lo que el gobierno de Berenguer fue calificado de Dictablanda. Lo que había comenzado bien comenzó a ser criticado, provocando más deserciones de la causa monárquica y un deterioro de la popularidad de Berenguer. La opinión pública volvió a tener un peso considerable en la política, después de la censura de la época de Primo de Rivera.



Berenguer solamente pudo contar con el apoyo de los sectores más conservadores, el que más hundía sus raíces en el caciquismo. Así pues, este nuevo gobierno se basaba en los peores pilares del sistema de la Restauración, otro factor importante a tener en cuenta para entender su fracaso. Tampoco la política llevada por este gobierno fue audaz o novedosa; por ejemplo, se aplicó una política presupuestaria muy restrictiva sin gasto de ningún tipo, una falta de inversiones en obras públicas que podría haber paliado algo el paro creciente. Pero, también es cierto, la extrema derecha tampoco simpatizaba con Berenguer. La Unión Patriótica, el partido creado por Primo de Rivera, ahora reconvertido en Unión Monárquica Nacional, aunque mucho menos influyente que en el pasado, criticó los proyectos de Berenguer y los intentos de regresar al sistema constitucional.



¿Y el rey que pensaba en estos momentos? Es complicado saber las intenciones últimas de Alfonso XIII en la etapa final de su reinado. Algunos piensan que si hubiera podido, habría abandonado el trono antes de lo que lo hizo, pero estaba preocupado por la pésima salud del príncipe de Asturias. De hecho, al parecer, llegó a hablar con Santiago Alba sobre la posibilidad de realizar un plebiscito sobre su persona; pero, en todo caso, Alfonso XIII no tomó ninguna decisión en el sentido de abandonar.



Ortega y Gasset retrató este período en su famoso artículo El error Berenguer. Para el filósofo, lo principal no era que el general cometiera errores, el error había sido nombrarle presidente del Consejo de ministros. Ortega lanzó su dardo contra la Monarquía, al hacerla responsable de la situación presente y hasta de los problemas del país desde el pasado lejano.



Las fuerzas políticas y sociales al margen de la Dictadura y del sistema de la Restauración se crecieron en este momento. Los socialistas ya habían superado el debate sobre la colaboración o no con Primo de Rivera y se declaraban abiertamente por terminar con la Monarquía. Es el momento del protagonismo político de Indalecio Prieto que, personalmente, se comprometió en el Pacto de San Sebastián con los republicanos. Por su parte, la CNT volvió a ser legalizada y comenzó un rápido proceso de reconstrucción, después de la persecución a la que se vio sometida por Primo de Rivera. En agosto de 1930 se firmó el Pacto de San Sebastián, alianza entre el republicanismo histórico y el nuevo y con el socialismo, aunque con iniciales reticencias por parte de éste. Este Pacto creó una especie de gobierno provisional en la sombra, que se reunía en el Ateneo madrileño.



El republicanismo español alcanzó su oportunidad histórica no tanto por su fuerza, sino por el desprestigio de la Monarquía entre amplias capas sociales del país. Una parte considerable de la sociedad española comenzó a pensar que la alternativa no era regresar al sistema liberal anterior, que había demostrado su incapacidad por reconvertirse o evolucionar hacia una plena democracia, sino caminar hacia una república. Los intelectuales tuvieron un especial protagonismo en esta movilización social republicana. En este sentido, fue muy importante la labor de la Agrupación al Servicio de la República, iniciativa de Ortega, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala.



El ejército español jugó también un papel en el camino hacia la instauración de la República. En algunos sectores militares, fuera de la alta oficialidad, había un claro malestar. En diciembre de 1930 se produjo la sublevación de Jaca de Galán y García Hernández, aunque fracasó porque falló la coordinación y se adelantaron a las previsiones de los dirigentes republicanos. Pero este fracaso proporcionó unos mártires y facilitó, aún más, la movilización social por la causa republicana.



El gobierno entró en crisis por el asunto de las elecciones. Berenguer deseaba la convocatoria de unas elecciones generales frente al procedimiento tradicional: primero municipales, luego provinciales y, por fin a diputados. Quería evitar más polémicas y luchar en batallas políticas. Pero se encontró con que en enero de 1931 estalló una oleada de declaraciones abstencionistas por parte de muchos sectores y fuerzas. Ante la incapacidad de encontrar una salida, se precipitó la caída de Berenguer.

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