En el artículo anterior vimos como Franco, en virtud de la consideración de España como Reino, y él como jefe de Estado, se atribuía competencias tradicionales de la Monarquía Española como era la concesión de títulos nobiliarios. En esta misma línea, y dentro, también de la íntima relación entre el Estado y la Iglesia, dentro de los parámetros del nacionalcatolicismo, Franco obtuvo de los acuerdos con el Vaticano la prerrogativa de entrar en las iglesias bajo palio, en virtud de su labor como conductor de la Cruzada.
Cada vez que Franco entraba en alguno de los grandes templos españoles se preparaba todo un ceremonial para realzar su posición. En la puerta le esperaba el palio, especie de dosel colocado sobre cuatro o más varas largas, hasta el lugar privilegiado asignado en el interior.
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