En los siguientes artículos intentaremos estudiar el origen del salazarismo, entre los años 1926 y 1932. Para ello presentamos un resumen del apartado correspondiente del trabajo de Javier Tusell, "Las dictaduras ibéricas", en el volumen número 9, La Europa de las dictaduras, de la colección de Historia del Siglo XX de la revista Historia 16, 1983, aunque con algunas aportaciones propias.
El proceso que lleva a la creación de un sistema autoritario y dictatorial de fuerte contenido conservador en Portugal no fue rápido. Si por un lado hay ciertas semejanzas entre la situación política previa entre la España y el Portugal de comienzos de los años veinte: un sistema parlamentario en crisis, (aunque la primera sea una monarquía, y la segunda una república), así como en el carácter no sangriento del golpe de estado que terminó con dicho sistema, existen claras diferencias entre los dos procesos. En el caso español la dictadura tenía unas características definidas, mientras que en el portugués hubo que pasar varios años para que se definiera claramente. Además, la dictadura española estaba protagonizada por un militar, y la portuguesa terminó por tener a su frente a un profesor universitario. Por fin, la dictadura española terminó dando paso a una república democrática, y la portuguesa continuó en el tiempo hasta el año 1974, aunque luego la experiencia republicana española se truncara con un golpe de estado y una guerra civil que desembocó en la dictadura franquista posterior.
La república parlamentaria portuguesa concluye con un golpe de estado en mayo de 1926. El golpe no sangriento concitó el apoyo de diversos sectores. Los principales personajes políticos y militares que lo protagonizaron no plantearon una clara alternativa política. Estaba el general Gomes da Costa de marcada tendencia derechista pero no se consideraba un dictador militar. Otro de los protagonistas, el general Carmona era católico, masón y republicano, una mezcla complicada pero que le permitía, por otro lado, ejercer un papel de árbitro en el ejército. Tampoco era un dictador que pudiera ser asimilado a Miguel Primo de Rivera que, en España, hacia unos años se había hecho con el poder con otro golpe no sangriento. No había pues, una cabeza clara; a lo sumo Carmona podría ser considerado una especie de primus inter pares.
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