26. Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S. quiere un orden nuevo, enunciado en los antiguos principios. Para implantarlo, en pugna con las resistencias del orden vigente, aspira a la Revolución. Su estilo preferirá lo directo, ardiente y combativo. La vida es milicia y ha de vivirse con espíritu acendrado de servicio y de sacrificio.
El último apartado de los Puntos de la Falange se denomina "Revolución Nacional"
Se pretende la instauración del nuevo orden a través de la revolución, con métodos que, aunque adornados, tienen que ver con la violencia.
27.Nos afanaremos por triunfar en la lucha con sólo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina. Pactaremos muy poco. Sólo en el empuje final por la conquista del Estado gestionará el mando las colaboraciones necesarias, siempre que esté asegurado nuestro predominio.
Se trata del último punto. Se establece, junto con el punto anterior, el método de conquista del poder, sin casi pactos, y a lo sumo en el momento final, siempre y cuando esos pactos no llevaran consigo la pérdida de la preponderancia del partido y de sus ideas. Hay que conquistar, pues, el Estado, y ya que se critica el sufragio y el Parlamento, se aboga por la Revolución, por la conquista violenta del mismo.
Sr. Montagut, evidentemente no publicará mi comentario, pero si no se lo digo, no me quedaré a gusto.
ResponderEliminarA pesar de su currículum, cae en los tópicos más negativos de Falange, no sé si por ignorancia o por mala Fe. Quiero ser benévolo y pensar que se trata de desconocimiento.
Para una persona ajena al falangismo le será muy complejo entender un acto de servicio de forma directa, combativa, ardiente, tener espíritu de servicio y sacrificio, pero es fácil de entender cuando realmente se tiene. Cuando estando en campaña electoral el resto de grandes partido pagan empresas para la colocación de carteles y banderolas, mientras que los "violentos señoritos falangistas" ponen carteles y terminan acostándose a las 4 de la mañana con la satisfacción del trabajo bien hecho a pesar de tener que levantarse a las 7 de la mañana, y no sólo un día, sino mientras dura una campaña electoral.
O cuando alguien, quien quiera que sea amigo o enemigo, ofende o trata de ofender a las ideas falangistas y por ende a quienes las profesan, y se debe sacar el espíritu combativo contra las difamaciones, bien por medio de la réplica, por medio del sistema judicial, o con campañas de propaganda.
Espero que lo que le expongo obtenga resultado en usted y le haga cambiar esa grosera opinión sobre el falangismo. De seguir empecinado en sus trece y hacer énfasis en el error, sin que siquiera haya alcanzado en usted el beneficio de la duda sobre sus aseveraciones, deberé entender que se trata de mala Fe, y contra la maldad del género humano, poco puede hacerse.
Un saludo y buen día.
Estimado interviniente:
ResponderEliminarComo es largo lo que tengo que comentarle, se lo iré poniendo en varios comentarios.
El primero es el siguiente: ¿por qué tengo que borrar un mensaje o comentario donde no hay insultos ni faltas de respeto? Eso no ha sido nunca mi filosofía porque, precisamente, por mi currículum, soy un demócrata convencido y no puedo caer en los mismos errores que en la época franquista donde no había libertad de expresión. Le agradezco mucho que recuerde mi currículum. Uno se lo ha ido haciendo poco a poco. Me gustaría que fuese mejor pero no con otras ideas políticas ni económicas ni sociales.
Seguiré.
Juan Carlos en eso que sois vostros no existen las palabras nada mas que sabeis ser violentos y muy radicales es un lastima que se pierda una persona por no saber en que secta se ha metido, me das lastima
ResponderEliminarJuan Carlos, creo que su argumentario y la interpretación de los dos últimos puntos programáticos, aunque entran en contradicción, pueden mantener cierta complementariedad.
ResponderEliminarUsted nos describe con énfasis la entrega militante del falangista y con esa misma convicción se usó, desde los inicios de Falange Española, la violencia como herramienta política. La estructuración paramilitar y el carácter armado de la organización son innegables, por mucho que en la actualidad lleve años sin perpetrar acciones violentas.
Visto el desarrollo posterior, es más que evidente que Eduardo acierta en su interpretación, a la vez que usted sorprende con la negación de tales hechos.
Pero ambos rehúyen la asunción de la violencia ejercida por los sectores políticos con que se identifican.
Lo interesante aquí es desenmascarar la cómoda posición liberal ante el uso de la fuerza. Liberales de todo pelaje, conservadores o progresistas, acusan por costumbre a sectores a los que llaman "extrema derecha" o "extrema izquierda" por su uso de la fuerza. Critican como si el estado burgués no se hubiera instaurado a través de revoluciones, guerras, magnicidios y genocidios, tal y como si este surgiera de la tierra de manera natural. No, señores, vamos a poner las cartas encima de la mesa. En la dinámica de la historia, la violencia política ha sido elemento de primer orden, usado por todos los sectores que pretenden el poder. ¿O va a resultar ahora que la revolución francesa fue un sereno paseo primaveral? ¿Cómo se instalan los estadounidenses en su territorio? ¿Lo que USA arrojó sobre Hiroshima y Nagasaki fueron flores? ¿Será que los estados liberales no disponen de policía y ejércitos y no los usan en cualquier parte del planeta para su interés?
Vengo a exponer la falsedad que subyace en la pretendida superioridad moral del liberal ante la violencia ajena, mientras esconde la propia a su antojo. Se debe denunciar la hipocresía con la que defiende su debilidad política.
Nos quedan cerca casos de terrorismo de estado en que ningún cargo ni representante político asume sus propias acciones en el "parte de guerra". Tanto en el conflicto norirlandés como en el vasco, los estados británico y español han rehusado reivindicar todos y cada uno de sus atentados y actos de terrorismo, a la vez que mentían descaradamente sobre ejecuciones extrajudiciales y la tortura, fuera de elementos armados o de población civil. Por su parte, organizaciones armadas, ilegales y clandestinas aceptaban la autoría de sus acciones, fueran o no actos terroristas. El mundo al revés.
Y así, tenemos a un falangista que reniega de su pasado y a un demócrata al que agrada pasear su pacifismo. Los dos, en una sociedad edificada sobre centenares de miles de asesinatos políticos.
La postura del moderado, aunque atractiva, no existe más allá del plano filosófico.