La emancipación de los siervos en Rusia se había planteado en diversos momentos pero existía un problema económico. Si se decretaba la libertad y no se acompañaba dicha medida con una mínima entrega de tierra para que pudieran sustentarse los antiguos siervos se podía ocasionar un terrible problema social, ya que los campesinos consideraban la tierra como propia aunque pagaran el obrok al señor.
La Guerra de Crimea supuso la primera gran crisis de la última etapa de la autocracia rusa. Demostró las carencias del zarismo y espoleó el descontento social. El gobierno ruso fue consciente de que si no se abolía la servidumbre podía estallar una revolución.
Por fin, el 19 de febrero de 1861 se promulgó el ukase o decreto que establecía la libertad personal de los colonos, que podrían trasladarse libremente, disfrutar de su casa y de un lote de tierra semejante al que ya explotaban. En contrapartida, debían pagar durante dos años las corveas y censos, además de compensar al propietario de la tierra. Para hacer frente a este gasto el gobierno ruso establecería unos créditos, reembolsables en casi cincuenta años, con un interés del 5%.
Así pues, este ukase es clave en la historia de Rusia porque supuso el fin de la servidumbre de millones de personas, pero no solucionó los problemas del todo, ni consiguió que mejorarse, sustancialmente, la vida de los campesinos. Hubo abusos por ciertas indeterminaciones del decreto, se entregaron lotes que no eran equivalentes a los que, antes de la liberación, habían explotado, el precio de la tierra que se estableció era muy alto para casi todos los campesinos, y se hacia responsable al mir, es decir, a la aldea, del reintegro de los préstamos concedidos por los que los antiguos siervos pasaron de depender de sus señores a hacerlo de su aldea.
Esta situación provocó algunas revueltas, y emigraciones al sur y a Siberia. Al menos, la libertad de movimientos fue una conquista indudable.
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