domingo, 18 de octubre de 2009

El nacionalismo liberal

El concepto moderno de nación surge al terminar el siglo XVIII en pleno proceso de las revoluciones liberales-burguesas. El término nación no era nuevo pero ahora al nacer el concepto de soberanía nacional provoca que´que la nación se convierta en el resultado del contrato social por el que la sociedad poseedora de la soberanía hace depositaria de la misma al Estado. Dicho Estado sería la institucionalización de la Nación; se trataría, pues, del Estado-nación. La nación, pues, surgiría de un acto de voluntad política y de la libre determinación de la sociedad civil y de cada uno de los individuos que la compondrían. De ese modo, los individuos se convierten en ciudadanos.
Este modelo de nación tiene varias características:
1. La nación no existiría desde un pasado inmemorial, sino que nace, como hemos expuesto, de un acto de voluntad colectivo. Las naciones no serían entidades naturales, sino políticas, que se configuran por la adhesión voluntaria a una serie de principios que se plasmarían en las constituciones.
2. Los límites de la nación no responderían a criterios geográficos ni humanos como la raza, la cultura o la religión, sino que quedarían circunscritos al territorio donde son aceptados y aplicados los principios recogidos en la Constitución.
3. La pertenencia a una nación determinada no sería, pues, una condición natural, sino un acto de aceptación voluntario, de adhesión a la comunidad y al contrato social que se establece en su seno. Uno no nacería francés, o ruso, o español, por poner ejemplos, sino que se alcanzaría la nacionalidad con la adhesión voluntaria y racional a los principios constitucionales de esos países. La nacionalidad se identificaría con la ciudadanía. Los vínculos afectivos o de sentimientos quedan en un segundo plano en favor de la libre determinación para aceptar los principios. Uno adquiere la nacionalidad mediante una declaración pública y voluntaria de adhesión a los principios constitucionales. La nacionalidad, además, puede perderse desde el momento en que uno renuncia públicamente a participar en dichos principios.

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