El siglo XIX ha sido considerado la edad o el siglo de los nacionalismos por varias razones:
1. Nace el concepto moderno de nación como respuesta a la legitimidad de los estados tradicionales, del Antiguo Régimen, de la Monarquía Absoluta.
2. Por el nacimiento de nuevas naciones como Alemania, Italia, Grecia, o Bélgica entre otros.
3. Porque al final de siglo una serie de comunidades socioculturales de naciones sin Estado inician su lucha para conseguirlo.
Durante este siglo de los nacionalismos persisten cuatro criterios distintos pero complementarios sobre lo que se consideraba una nación:
1. Como entidad política que se identifica con el Estado.
2. Como unidad geográfica que se delimita con unas fronteras naturales y que se identifica con los habitantes de dicho territorio.
3. Como voluntad del pueblo consciente de su identidad común, y manifestada en una acción política colectiva racional.
4. Como la distinción de un pueblo sobre la base de alguna característica como la lengua, la etnia, la religión, el pasado histórico compartido, etc..
Estas cuatro grandes interpretaciones convierten al nacionalismo (ya hemos dicho algo en otros mensajes) en un fenómeno harto complejo, usándose para satisfacer políticas o reinvindicaciones contradictorias. La persistencia futura del nacionalismo se basa en que el concepto ideal de nación no se ha alcanzado, ni se alcance, seguramente. Esa nación ideal reuniría esos cuatro elementos que hemos expuesto.
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